Las raíces de tu mundo


Él es el hombre ideal, valiente, tierno, fuerte, bondadoso, inteligente y temerario.

Elisa posee una imaginación increíble, desde niña fue creando al hombre perfecto cual rompecabezas. Luego en la adolescencia, lo soñaba y le dio el nombre “Joaquín”. Todas las noches antes de dormirse decía su nombre y este nombre era la llave que abría el umbral de los sueños para verlo a él.

Él vive para ella, en su mundo no hay otra, solo ella. Ella es su luz, su aire, su alimento.
Día tras día espera que ella se duerma y llegue al mundo de los sueños, donde habita él y todo aquello que ambos puedan imaginar. La espera y cuando ella llega, Joaquín crea historias para entretenerla, dibuja paisajes para fascinarla y vence dragones para sorprenderla.

Hoy busca flores en el inmenso jardín que ha hecho para ella, elige las más bonitas, luego tras preparar un ramo, escribe una poesía, la más bella que un hombre ha escrito para una mujer. Mientras espera, contempla el vasto prado, mira las rosas rojas, las amapolas y los tulipanes que ha sembrado para su amada, ha plantado también violetas porque sabe que a ella le gustan.

Observa impaciente y ella no llega y no llegara.

Otro día pasa y ella no aparece ¿qué le sucederá?, ¿ya no sueña conmigo?, ¿qué habré hecho mal? se pregunta constantemente, se atormenta y sufre sin sosiego.

Es tanto su amor por ella que, tras un largo abandono, un día concibe la forma de llegar al mundo corpóreo para verla.

Así cae, como un ángel hermoso y perfecto, en la tierra, no muy lejos de la casa donde vive ella. Corre sin templanza y la ve, quiere gritar su nombre pero no pudo, lo que sus ojos ven lo deja sin aliento.

Elisa besa a otro hombre, un hombre real, con defectos, de carne y hueso, un simple mortal. Su amor es más fuerte que su ira y sin decir palabra, se retira.

Ella ha dejado de creer en él, piensa que “Joaquín” fue y será solo un sueño. Con el tiempo lo olvida y su fantasía pasa a ser solo un recuerdo.

Joaquín, sin embargo, se ha hecho hombre y la sangre corre por sus venas, él no la olvida. Vaga por las calles, escribe poesías para su amada, se sabe olvidado, se siente herido, pero sigue enamorado, quisiera volver al mundo de ella, pero es tarde.

Un día, después de pensarlo mucho se presentó ante su musa y ella no lo reconoció. Lo observó como quien mira a un loco, negó las historias, las poesías y los dragones, negó también el jardín, sus sueños y su nombre. Lo había olvidado y no podía amarlo (aunque quisiera), estaba comprometida y creía que sería feliz. Joaquín nuevamente se marchó, esta vez, se prometió no volver a molestarla.

Elisa, tras cerrar la puerta rompió en llanto, no podía creerlo, lo había dejado ir, él el hombre de sus sueños, hecho realidad.

Fin. Tal vez...

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Mirson Alejandro

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