Un hombre observa embelesado a una mujer, la que una vez fue estrella es hoy su constelación, ella lo mira, le sonríe y él es feliz.
Un dios celoso de esta devoción extingue el aura de la mujer y la reemplaza. El hombre, desconsolado, no quiere otra, la quiere a ella, a la que perdió. Sin más remedio que la muerte, entrega su vida y se dirige al otro mundo.
El dios sorprendido por primera vez, da a elegir al hombre entre la eternidad en el cielo o un instante con ella.
El dios no lo sabe, pero el hombre sí. Sin dudarlo se dirige a su mujer. Después de todo, de que le sirve la eternidad sin amor, la eternidad sin ella.
El hombre jamás olvidará ese momento y ese dios no volverá a dar opciones.
Un niño mira al cielo, del cosmos plagado de estrellas solo una llama su atención. Cierra los ojos e imagina, al abrirlos la estrella se ha ido, pero hay una niña, ella lo mira, le sonríe y él es feliz.
Un dios celoso de esta devoción extingue el aura de la mujer y la reemplaza. El hombre, desconsolado, no quiere otra, la quiere a ella, a la que perdió. Sin más remedio que la muerte, entrega su vida y se dirige al otro mundo.
El dios sorprendido por primera vez, da a elegir al hombre entre la eternidad en el cielo o un instante con ella.
El dios no lo sabe, pero el hombre sí. Sin dudarlo se dirige a su mujer. Después de todo, de que le sirve la eternidad sin amor, la eternidad sin ella.
El hombre jamás olvidará ese momento y ese dios no volverá a dar opciones.
Un niño mira al cielo, del cosmos plagado de estrellas solo una llama su atención. Cierra los ojos e imagina, al abrirlos la estrella se ha ido, pero hay una niña, ella lo mira, le sonríe y él es feliz.
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