Despedida

“No imaginas lo doloroso de este tiempo sin ti, cuanto te extraño, cuanto me haces falta en esta terrible y maldita vida. ¿Por qué? me pregunto una y otra vez y no hay respuesta, tú no estas, tú, no estas.”

Dijo con la voz entrecortada, pensó en sus hijos y vacilo, luego pensó que ya eran grandes y no le necesitarían.

Tomó el cuchillo y sin dudar corto sus venas, se sentó al lado de la tumba de su mujer y murió.

Fin.
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Asesinos

Johnny entró en el bar, de fondo podía escuchar el ritmo de uno de sus temas favoritos, prendió un cigarrillo, se acerco a la barra y pidió un whisky sin hielo.
Miró a su alrededor, dos o tres parejas bailaban, el resto o la mayoría yacía en cómodos sillones negros, brindando y sonriendo, Johnny prefería la barra del bar, de vez en cuando, solo de vez en cuando tenía una que otra charla interesante.
Más allá una bella mujer vestida de negro bailaba sola, no resistió la tentación y fue hasta ella. Murmuro en su oido dos o tres palabras y bailaron juntos varios temas, Johnny no carecía de gracia, muy por el contrario, una de sus mejores dotes es bailar, la otra es matar.
Apenas hubo salido de la pista una persona se acercó a Johnny, le susurro algo al oído y este tuvo que dejar a la bella mujer, no sin antes hacerle prometer que volverían a bailar juntos.

Salió del bar y afuera le esperaban tres hombres. Subió con ellos a un auto y lo llevaron lejos de la ciudad. Johnny no había opuesto resistencia en ningún momento y, sin embargo, no falto el bruto que lo golpeó en el estómago. Le dijeron que caminara y así lo hizo, los hombres desenfundaron sus pistolas automáticas y al unísono dispararon a quemarropa.

Otra noche en el bar, Johnny pide su whisky, enciende su cigarro negro y fuma tranquilo sentado al lado de la barra. Más allá ve nuevamente a la bella mujer con la que había bailado, ponen su tema y va por ella. Bailan juntos un tango. Un hombre le hace una seña, mira a la bella mujer y le pide disculpas, ella le da su número de teléfono y él la deja.

Sale del bar y fuera le espera un enorme hombre con un gran maletín, esta vez Johnny invita, suben a su Cadillac negro y conduce hasta una estación abandonada. Johnny coloca su tema favorito y se bajan del automóvil. El enorme hombre se prepara, saca de su maletín dos llamativas armas, toma con la mano izquierda la escopeta y con la derecha el hacha. Johnny le espera moviendo el pie al ritmo de la música. Dos disparos, un hachazo. El enorme hombre cae muerto. Johnny limpia pacientemente el lugar. Lo troza, coloca el cuerpo en cuatro bolsas y luego lo lleva a su departamento, en él usa un ácido para disolver las partes que no usara, el resto lo guarda en la heladera para cocinarlo más adelante.

Otra noche en el bar y esta vez la bella mujer no llegó. Termina su trago y su cigarrillo, y espera la señal… pero esta no llega. Piensa que será bueno ir temprano a casa, podrá dormir bien y levantarse temprano para ir a salvar pingüinos en Greenpeace.

Sale del bar y frente a su Cadillac la bella mujer le espera, ella le sonríe y él parece fascinado, suben a su automóvil y la lleva a su departamento. En el camino ella quiso besarlo, pero él se negó amablemente, la miró a los ojos y le dijo que faltaba poco para llegar, que allí harían lo que estaban destinados a hacer.
Llegaron, la habitación 707, él la invitó a pasar, cerró la puerta y al darse vuelta ella desenvainaba una pequeña espada. Ella quería decapitarlo, dicen que la única forma de matar a un inmortal es cortándole la cabeza, lanzo la estacada con certera precisión y, sin embargo, a Johnny nada le ocurrió, la hoja pasó por el cuerpo de Johnny como a través de un fantasma. La mujer quedó perpleja, estaba casi segura de que él era un inmortal, pero no, es algo más. “No te preocupes, muchos han pensado lo mismo que tu”, dijo Johnny visiblemente alegre.

Muchos antes que ella, intentaron matarle y muchos más lo intentaran, pero, no creo que se pueda matar a la muerte.

“La única razón por la que te traje esta noche, es porque tú eres la siguiente.”, dijo Johnny, puso música, prendió un cigarrillo y sacó de un golpe el corazón de su víctima, ella aún miraba sorprendida. Johnny se sirvió un vaso de whisky y comenzó a trozar a la bella mujer lentamente...


Fin. Tal vez...
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El eslabón perdido

Cuenta la leyenda que muy pocos o casi nadie lo ha visto, y sin embargo, como en la mayoría de los mitos populares hay algunos que juran que él es real, que existe. Algunos más avezados dicen haber visto imágenes de él y otros que están en su círculo más cercano, pero claro, nadie le ha visto directamente, nadie ha escuchado su voz, y aun cuando dicen ser sus amigos, nunca han estrechado su mano, ni la estrecharan.

Producto de la evolución, se cree que alguna vez fue humano, su apariencia guarda algún parecido, pero sus ojos rojos, su piel blanquecina y la carencia total de pelos, hacen dudar sobre su raza. No tiene parpados o quizá ha desarrollado algún método para no pestañar. Su cuerpo es obeso y prácticamente sin forma, unas pequeñas pero ágiles manitas se vislumbran frente a un teclado, quizá, esas manos son lo único en su cuerpo que conservan músculos.

No ha visto la luz, ni la necesita, otros seres le proveen alimento, calor y un hogar donde se siente seguro, no ha salido nunca y no es porque no pueda, lo que sucede es que posee un lenguaje muy limitado y una timidez infinita que no le permiten articular palabra frente a otro ser, lo cual, lógicamente contrasta con el número de amigos que dice tener.

No le gustan, claro está, las fotografías, aunque siempre le fascino la idea de una selfie, desde pequeño desarrollo un sexto sentido ante la posible toma de una imagen suya, así que, si existiere una imagen suya es muy posible que aparezca totalmente desfigurado haciendo morisquetas o alguna deformación a propósito.

Algunos dicen que tiene partes de su cuerpo conectados a la computadora, de la cual, hace años que no se despega. Dicen que no posee necesidades corporales, es decir que no defeca, ni orina, lo cual, le da amplias ventajas en el tiempo de conectividad a la red. Eso sí, está bien aseado, sus sirvientes (padres) lo lavan con premura, levantan los pliegos de grasa, y una a una limpian sus extremidades, luego colocan incienso de lavanda en la pieza y lo dejan, el olor después de tantos años parece habérsele impregnado. Hay quienes dicen que no duerme, que está chateando las veinticuatro horas y que publica en sus grupos todos los días (además de ser moderador en casi todos).

Nadie lo conoce realmente, y, sin embargo, algunos dicen admirarlo, pero lo más llamativo, es que algunos quisieran ser como él, el “chico Face”.


Fin. 
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El espejo 2

Allí no habían inventado el tiempo no tenían, por lo tanto, noción de sí mismos.

Alguien invento primero los sentidos y al poseer la vista muchos de ellos comenzaron a discriminarse y a juzgarse por las apariencias olvidando quienes eran en realidad.

Luego, alguien invento el espejo y la mayoría se sintió aterrada ante las diferencias y comenzaron a peinarse y a maquillarse para parecerse. Otros se despeinaban y desmaquillaban, también para parecerse.


Cuando se inventó el tiempo, comenzaron a sentir que pasaba muy rápido y que no les alcanzaba. Alguien invento la muerte y cuando uno se murió, otros lo siguieron.


Fin. 
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El espejo

Había vivido tanto tiempo sola que ya se habían borrado de su mente las reglas de la sociedad, así, todos los días en las mañanas, iba al río más cercano a su casa a buscar agua, de ida corriendo y cantando y de regreso silbando feliz.
Comía abundante en la mañana, al mediodía un buen almuerzo y luego en las tardes solo agua. Su rutina comenzaba temprano, ordenaba su casa, iba a buscar agua, daba de comer a sus animales, regaba el huerto, leía un libro, miraba el cielo y sonreía.