La música

En el trabajo de Manuel han tenido la fantástica idea de implementar nuevos incentivos para aumentar la productividad, entre ellos y a modo de estimular un ambiente más grato para los trabajadores están colocando los temas más escuchados en las principales radios.

Al principio a Manuel le pareció genial, sin embargo, al tercer día de escuchar repetitivamente las melodías, pensó que sería bueno colocar otros temas, además, de los 6 más escuchados por otras personas y que, por cierto, no eran para nada obras de arte.

Alguien se quejó y no fue Manuel, no lo escucharon, claro está. Tras un análisis de productividad y un supuesto incremento del 0,000001 % se decidió continuar con los incentivos, entre ellos la música.

Manuel aquel día, por casualidad, encendió la radio de su automóvil mientras se dirigía a su trabajo, lo primero que escuchó fue esa musiquilla, hit del momento, que pasaban veinticuatro horas seguidas en su trabajo. Aceleró, pasó un semáforo en rojo, adelantó a cuanto automóvil cruzó en su camino y no se detuvo ante nada, hasta que dio de frente con el vitral, primero, luego con dos personas y, por último, la sala de recepción de su empresa, donde, por casualidad, estaban escuchando el mismo tema musical, por supuesto, nadie relaciono lo sucedido. Manuel fue preso. Sus compañeros, amigos y familiares dicen que era una buena persona, su jefe dice que era muy productivo.

En la empresa donde trabajaba Manuel, están escuchando en este minuto otro nuevo hit.

Fin. Tal vez.... 
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El recuerdo

Dos hombres caminan frente al cementerio, padre e hijo van camino a casa. Al llegar a la esquina el padre se detiene, un recuerdo nítido llega a su mente, mira a su hijo y lo abraza, el hijo desconcertado devuelve el abrazo y entonces ve, lo que vio su padre. Queda atónito, ambos recordaron algo que no habían vivido, al menos, no en esta vida.

Cuarenta años atrás Maximiliano Orilla moría desangrado en los brazos de Fernando Orilla que lloraba desconsolado la muerte de su padre, asesinado en un asalto por cinco pesos que no tenía, bisabuelo y tatarabuelo de los dos hombres que caminaban hoy frente al cementerio.

Esta, como muchas otras historias pasara de largo y ni siquiera quedaran en el recuerdo.

Fin.  

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Mientras espera la noche

Eliana normalmente no apaga la televisión, se duerme con el ruido atontador del aparato de fondo. Tiene miedo, miedo al silencio, a los sonidos, a la oscuridad, a los fantasmas.

Esta noche, la noche del relato hubo un apagón, no tiene electricidad y está sola en su casa, la oscuridad la rodea y busca rápidamente luz, un encendedor, el teléfono móvil, las hornallas de la cocina a gas. Cualquier cosa que la aleje de las sombras, hasta que finalmente encuentra velas, compradas por casualidad alguna vez.

Enciende las cuatro que quedaban en el paquete, son las diez de la noche. La primera hora pasa sin novedades, se entretiene preparando sus cosas para el próximo día, la ropa, los papeles, el dinero.
El tiempo pasa, las velas se consumen, Eliana va a su habitación vacía, lleva consigo las velas y apaga dos, se acuesta y escucha un perro que ladra, un auto que pasa, se levanta mira por la ventana y ve tenues sombras. Vuelve a la cama e intenta dormir, escucha un crujir, mira en la dirección atentamente y no escucha nada más.

El silencio.

Las dos velas se han consumido, no quiere abrir los ojos, pero no puede evitarlo. Sombras se mueven en su habitación, una larga línea negra se desliza por la pared y desaparece. Enciende una vela y las sombras se han desvanecido, aparecen muebles, cortinas, un canasto.

“Paf”, un fuerte sonido la despierta, intenta encender la luz, pero la electricidad aún no llega, enciende la última vela, se levanta, recorre la casa y no ve ni escucha nada, vuelve a acostarse.
“Paf”, otra vez un ruido, atemorizada, toma la vela de la cual nada queda y se le apaga entre las manos. Camina sigilosa, no ve nada, choca contra algo o alguien, grita, corre y tropieza, una sombra la persigue, “un fantasma” grita y se topa de frente con una masa, logra ver claramente, no es un fantasma, siente un alivio que no dura más de dos segundos, entonces siente un frío en el estómago, se mira y un cuchillo sale lentamente de su vientre.

Cae al piso y mira desde allí al ladrón que hurga pacientemente sus cosas. Lo último que piensa es que al final “no hay fantasmas, solo personas malas”

Fin.

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Los locos

A veces los veía en una esquina, otras veces en la plaza durmiendo. Una vez, uno tocó la puerta de su casa y su madre le dio un paquete de arroz.

Mónica juega con su colección de barbies, lleva sus muñecas al living. Papá mira las noticias en la televisión, la niña observa que las fuerzas policiales están desplazando a las multitudes con carros lanza aguas. Mónica reconoce una cara entre la gente que corre, la ha visto en la entrada de la iglesia pidiendo limosna, entonces, pregunta “papi, ¿quiénes son ellos?”, su padre sin pensarlo contesta “¡Locos!”, locos reclamando por derechos...

Fin.

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