Moraleja


Seis niños juegan alegremente, corren, saltan, gritan y ríen. Yo solo voy de paso, me detengo por curiosidad cuando escucho a otro niño que llega al grupo a retarlos a una competencia, una carrera. Los niños que jugaban contentos, dejan de sonreír. Aceptan el reto, aunque es obvio que el “nuevo” niño que es más grande y atlético que el resto vencerá fácilmente.

Un segundo antes de comenzar la carrera, el retador lanza una frase al aire, ofensiva para el grupo “el último en llegar es un tonto”, la carrera comienza, pero, ¡vaya sorpresa! solo el retador corrió, el resto de los niños dieron media vuelta y volvieron a sus juegos. Sin violencia, sin competición, sin frases agresivas, saltan, ríen, corren y gritan.

Quizá hubo carrera, pero con un solo corredor, primero y último, pobre niño tonto, reflejo seguro de sus padres.

Continúe mi camino, sorprendido, feliz de saber que los niños, en su mayoría, aún son buenos.


Fin. Tal vez.... 

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El espejo 3

Sintió terror al mirarse al espejo, vio como la piel se resquebrajaba, como se agrietaba su rostro dando paso a un sinfín de arrugas, como su cabello teñido se volvía blanco y como sus dientes nácar cual porcelana caían dejando su boca vacía. Sus piernas estaban flacidas y sus manos, sus hermosas manos eran ahora eran dos masas inertes de color amarillento, quiso gritar pero ni siquiera vos habia en aquella boca.

Al despertar, tocó su cara, miró sus manos, corrió al baño y se vio en el espejo, era la misma de ayer, carente de orgullo propio e invadida por frivolidades. Se maquillo y se olvidó.

Fin.

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Los seres invisibles

Jugaban Nico, Fede, Pili y Jona. Nico, sin duda, era el más veloz, jugaban al archis, juego donde no hay perdedores, pero si un ganador, sino, no sería juego. Se tocaban las manos pasándose la posta y corrían a gran velocidad.

Fede y Pili, llevaban la delantera. Jona esperaba su turno y Nico llegaba justo a tiempo, pero un segundo antes Pili ganaba, Pili corrió a abrazar a Jona, porque sabía que sin su ayuda no hubiese llegado, Fede y Nico, sonreían agotados.

“Federico, vení a comer que se enfría”; Fede se despidió de sus amigos y entró a su casa. “¿con quién hablabas corazón?” pregunto mamá, “con los duendes de nuestro jardín”, contestó Fede con toda naturalidad...

Fin. Tal vez... 

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63

Llueve con fuerza y el cielo
es un gran manto gris
que se extiende al infinito.

Las gotas golpean sin miedo
el suelo fatuo y yo,
yo imagino tu rostro,
tu belleza sin límites
me pierdo en el delirio
e imagino.

Veo tu cuerpo desnudo
bajo una tibia lluvia,
empapada en gotas
que recorren detenidas
cada una de tus líneas.
Me miras y en tus ojos
no faltan palabras
porque con ellos hablas.
Despierto y me lamento,
esas gotas ahora
serán mi tormento

Fin. Tal vez...

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Mirson Alejandro

El pequeño ser

Cuando la vio, la amó.

Su amor no era humano, egoísta, egocéntrico, no, su amor es puro y real.

Aquel día no pudo evitar ayudarla, a sabiendas, de que aquel contacto estaba prohibido y que si interfería estaría atado a ella, para siempre.

La madre de Maira estaba en la cocina y la dejó dormida por un segundo en la cama para ir en busca de algo, la pequeña despertó, miró a su alrededor y no pudo esperar, salió a la marcha hacia allá, hacia donde escuchó ruido. El golpe hubiese sido terrible, la beba no tuvo mejor idea que abalanzarse de frente para bajar de la cama y cayó de cabeza, sin embargo, no se golpeó. Algo la detuvo en el aire, quedó mágicamente suspendida, pies arriba, dando un giro en el aire y bajo lentamente hasta tocar el suelo, Pritz, quedó exhausto y no alcanzo a esconderse de la niña que le sonreía alegremente.

La primera mudanza de la familia fue a los cinco años de Maira, Pritz tenía que irse con ella y así lo hizo.

Eligio para el traslado un zapato hush puppie, primero porque era de Maira y segundo porque olía a frutilla.

El nuevo hogar era amplio, pero no tenía su anhelado jardín, escogió como refugio, una estantería alta, donde los padres de Maira habían acumulado un montón de peluches, allí, en medio de ellos dormía y se escondía cuando había gente en casa. Una tarde la pequeña Maira jugaba sola en su habitación y había acomodado las sillas para llegar arriba, lo más alto posible, para sacar todos los peluches que le eran inalcanzables. Pritz previo la catástrofe y con un chasquido de dedos los muñecos cayeron lentamente cual burbujas de jabón, invadiendo completamente la pieza, Maira contenta corrió a contarle a mamá que sus muñecos habían volado, su madre al ver los muñecos en el piso y las sillas acomodadas, reto conscientemente a su hija.

En las noches antes de dormirse Pritz, abrigaba a Maira, iba hasta la heladera, comía abundantemente, corría al gato y este después lo corría a él. Buscaba un lugar calentito al lado de Maira y dormía junto a ella.
Durante el día, despertaba primero que todos, se miraba al espejo para ver si era invisible, y si no lo era, chasqueaba los dedos y desaparecía. Cuidaba a Maira hasta que ella se iba al colegio, tomaba sol junto al gato, corría desnudo en el pasto, después corría al gato y este después lo corría a él. En las tardes cuando llegaba Maira, si ella miraba televisión, el también, si ella jugaba, el también, si ella estudiaba, el no.
Un día Pritz lloró, primero porque murió “Kino” así se llamaba el gato de la familia y segundo porque no sabía cómo consolar a Maira que lloraba tristemente por el gatito. Hubiese querido salvar al gatito, pero hay cosas que un gnomo no puede hacer.
Fue feliz cuando Maira fue feliz. El día que ella se casó, ambos se emborracharon. Estuvo triste cuando Maira estuvo triste, cuando el papá de Maira murió, ambos no durmieron por tres noches seguidas.

Nunca creyó que el día de ser libre llegaría, pero cuando llegó, ya no quería ser libre. Lloró con más tristeza que nunca, aquel día en que Maira con 86 años moría, se mostró para despedirse, porque ella le dijo que sabía que él estaba allí y quería darle un beso de despedida, él se apareció, se acercó tímidamente y ella sonriendo dijo que “sabía que siempre has estado a mi lado” y luego tranquilamente dejó este mundo.

Pritz no pudo irse lejos, cada tanto visita a la bisnieta de Maira, que es igual de traviesa que su bisabuela, no quiere que le suceda nada, sin embargo, la cuida y espera el día para volver a ser parte de su familia.

Fin.

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