Diego miraba fascinado la televisión, un hombre volaba por el aire, luego, salía de una caja cerrada con candados que habían metido bajo el agua, pero no, eso no era todo, partía por la mitad a una mujer y ella salía intacta, pero lo más maravilloso era verlo desaparecer y aparecer allí donde quisiese.
No quería ir al colegio, no se animaba a contarle a papá que le pegaban y no parecía importarles a las maestras que en la hora del recreo tomaban café con galletitas, el niño matón no era impresionante, era más alto que él y un poco más fuerte, de lo contrario le hubiera pagado con la misma moneda, lo hubiera metido de cabeza dentro del tacho de la basura y lo hubiera hecho subirse arriba del armario de los útiles, al igual que lo hacían con él.
Mamá había muerto hacia un año y no había alcanzado a despedirse, la vio saltar desde el balcón y hubiese querido seguirla, pero no alcanzaba a la baranda, hubiera querido saber volar, para salvarla.
Papá no era malo, sin embargo, parecía un fantasma, llegaba tarde y salía temprano, lo miraba como a un desconocido y cuando estaban juntos solo parecían interesarle las notas del colegio, fuera de eso, su silencio era abismal.
La abuela era un refugio, lo malcriaba los fines de semana y lo dejaba hacer y ser lo que quisiera, con la Abu, comía caramelos, miraba la tele, corría hasta que le temblaban las piernas y leía libros que en su casa no existían. Revolviendo entre los libros del abuelo encontró uno distinto al resto, “magia” se llamaba, lo leyó al derecho y al revés, aprendió de memoria las palabras y de memoria también los conjuros. Probó los trucos en su casa, de día, de noche, en la plaza, en la montaña, pero nada, nada parecía pasar.
Un día, en su casa, mientras lavaba los platos del almuerzo, se distrajo mirando a “Dana” su pequeña gata que corría tras una burbuja de jabón, un plato se resbalo de su mano y hubiese reventado en el piso de no ser porque, de repente, cerró los ojos esperando el estallido, y esperó, miró al piso y no había nada, ni un rastro del plato roto, no hubo estallido, ni siquiera había una gota de agua, miró arriba y los platos estaban relucientes, intactos como por arte de magia.
Otro día en la escuela, el niño matón venia directamente hacia él, cuándo una silla se movió de su lugar y se dirigió hacia el niño matón a 120 km por hora, algunos dicen, que aún, el niño matón huye despavorido de las sillas voladoras.
Luego no pasó nada más, el tiempo pasó y comenzó a imitar a los magos de la televisión, poco a poco aprendió, como esconder las cartas, como sacar un conejo de la galera e incluso a como cortar a una mujer por la mitad. Aprendió a escapar de cajas con candados y un día llegó a volar (con arneses que parecían invisibles).
Ya más grande, recordó una frase de un viejo libro que había leído, pronuncio las palabras como quien toma un respiro esperando que no pase nada, pero pasó. Voló muy alto y sin arneses, dijo otra frase y se encontró sentado en una plaza. Allí en esa plaza una señorita le sonreía, ella se paró frente a él e hizo aparecer una flor. Él supo de inmediato que la flor era un acto de magia verdadera.
Lo que no entendió, fue esa sensación que lo invadió al verla, pero su corazón si lo sabe.
Dicen que ahora están juntos, salen en la tele y esperan que muchos niños los imiten y hagan como ellos, magia.
No quería ir al colegio, no se animaba a contarle a papá que le pegaban y no parecía importarles a las maestras que en la hora del recreo tomaban café con galletitas, el niño matón no era impresionante, era más alto que él y un poco más fuerte, de lo contrario le hubiera pagado con la misma moneda, lo hubiera metido de cabeza dentro del tacho de la basura y lo hubiera hecho subirse arriba del armario de los útiles, al igual que lo hacían con él.
Mamá había muerto hacia un año y no había alcanzado a despedirse, la vio saltar desde el balcón y hubiese querido seguirla, pero no alcanzaba a la baranda, hubiera querido saber volar, para salvarla.
Papá no era malo, sin embargo, parecía un fantasma, llegaba tarde y salía temprano, lo miraba como a un desconocido y cuando estaban juntos solo parecían interesarle las notas del colegio, fuera de eso, su silencio era abismal.
La abuela era un refugio, lo malcriaba los fines de semana y lo dejaba hacer y ser lo que quisiera, con la Abu, comía caramelos, miraba la tele, corría hasta que le temblaban las piernas y leía libros que en su casa no existían. Revolviendo entre los libros del abuelo encontró uno distinto al resto, “magia” se llamaba, lo leyó al derecho y al revés, aprendió de memoria las palabras y de memoria también los conjuros. Probó los trucos en su casa, de día, de noche, en la plaza, en la montaña, pero nada, nada parecía pasar.
Un día, en su casa, mientras lavaba los platos del almuerzo, se distrajo mirando a “Dana” su pequeña gata que corría tras una burbuja de jabón, un plato se resbalo de su mano y hubiese reventado en el piso de no ser porque, de repente, cerró los ojos esperando el estallido, y esperó, miró al piso y no había nada, ni un rastro del plato roto, no hubo estallido, ni siquiera había una gota de agua, miró arriba y los platos estaban relucientes, intactos como por arte de magia.
Otro día en la escuela, el niño matón venia directamente hacia él, cuándo una silla se movió de su lugar y se dirigió hacia el niño matón a 120 km por hora, algunos dicen, que aún, el niño matón huye despavorido de las sillas voladoras.
Luego no pasó nada más, el tiempo pasó y comenzó a imitar a los magos de la televisión, poco a poco aprendió, como esconder las cartas, como sacar un conejo de la galera e incluso a como cortar a una mujer por la mitad. Aprendió a escapar de cajas con candados y un día llegó a volar (con arneses que parecían invisibles).
Ya más grande, recordó una frase de un viejo libro que había leído, pronuncio las palabras como quien toma un respiro esperando que no pase nada, pero pasó. Voló muy alto y sin arneses, dijo otra frase y se encontró sentado en una plaza. Allí en esa plaza una señorita le sonreía, ella se paró frente a él e hizo aparecer una flor. Él supo de inmediato que la flor era un acto de magia verdadera.
Lo que no entendió, fue esa sensación que lo invadió al verla, pero su corazón si lo sabe.
Dicen que ahora están juntos, salen en la tele y esperan que muchos niños los imiten y hagan como ellos, magia.
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