Pequeños errores (adaptación)

Cuenta la leyenda que Ramoncito como todo buen niño, en su afán de descubrir y explorar solía revolverlo todo, buscaba en cada rincón de su casa el “tesoro perdido”, este podía ser el muñeco que había olvidado tras el refrigerador o el chicle que estaba bajo la silla, siempre, siempre había algo. Todo el tiempo, hacía preguntas, y cuestionaba lo incuestionable ¿mamá, porque la leche tiene que estar caliente?, mamá entonces lo miraba de re-ojo pensando que quizá, podría dársela fría.

Un día mientras revolvía una vieja caja escondida tras los zapatos de papá, encontró un cuaderno de notas, “diario de vida” decía y era de su padre, lo leyó completo, buscando respuestas, pero no las encontró solo hubo más interrogantes. El diario contenía interesantes historias de éxito y hablaba también del proyecto que tenía su padre con un amigo. Ramoncito quedó impactado, no entendía porque su padre no había hablado nunca de sus proyectos y mucho menos del “éxito”.
Esperó impacientemente esa tarde y apenas su padre cruzó el umbral, Ramoncito comenzó un nuevo interrogatorio
- Papá, papá encontré tu diario -mostrando el viejo cuaderno.
- ah, ese cuaderno, te he dicho que no revuelvas mis cosas.
- Papá lo leí, allí aparecen los ¡secretos del éxito!
Su padre miró al piso, como quien busca un recuerdo que ya no volverá, su rostro cansado ahora parecía triste. Se sacó la anticuada corbata y se sentó.
- Papá, allí hay proyectos de ti y un amigo tuyo, nunca habías hablado de ellos.
- No, mi amigo hoy es un hombre muy importante, pero yo no me anime o no pude con ellos.
- Papá tu eres exitoso.
Su padre agacho la mirada e hizo un gesto con la cabeza, pero no se animó a responder. Ramoncito entendió esto como una negativa
- Papá, pero si aquí escribiste los tres secretos del éxito, -abrió el cuaderno y comenzó a leer- levantarse todos los días temprano, antes de que salga el sol –su padre pensó que a veces estaba demasiado cansado para levantarse-
comer cereales, llevar una vida sana –su padre pensó que realmente no le gustaban mucho los cereales, comer sano era caro- y, por último, dar gracias todos los días por las cosas que posees.
- Hijo detente, -ahora miraba directamente a los ojos de su hijo, esperando que prestara atención, porque sabía que esta sería la lección de su vida- no tengo explicaciones para darte, la verdad es que he sido un estúpido, porque aun sabiendo lo que tenía que hacer nunca lo hice...



Fin.

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