Pedrito observa el partido de futbol sentado en un costado de la cancha. Nunca ha jugado, pero conoce el juego a la perfección, dado a que vive frente al estadio y no se pierde partido. Hoy papá lo ha acompañado y ambos hacen porras a las águilas, el equipo de su barrio.
En este partido, los Tigritos el equipo contrario van ganando 1-0 y para colmo a las águilas les falta un jugador, de repente, una idea cruza por la mente del niño. Mira a su papá y pregunta - ¿Papá, me dejaran jugar? - Fernando, el padre, mira a su hijo desconcertado, sabe que si lo dejan jugar será principalmente por compasión, y, sin embargo, contesta, -si no preguntas, no lo sabrás -. Entonces, el hijo tomó coraje, se acercó a uno de los niños y se ofreció como jugador, este llamó a su capitán y le dijo que tienen un refuerzo. El capitán miró a los ojos a Pedrito y con una amplia sonrisa contestó – cualquier ayuda nos viene bien, juga adelante, cerca de su arquero-.
Fernando y Pedrito no podían creerlo, Fernando ahora hacia porras por su hijo y lo alentaba. Pedrito lentamente ocupa su posición en la cancha, él no puede correr, sufre de una malformación y sus manitos y piernas no son como las de los demás, sin embargo, allí está jugando como uno más.
Queda un minuto para que el partido termine, las águilas tienen la pelota, el número nueve se la toca al diez, que es el capitán del equipo, este pasa a un jugador y queda frente a frente al arquero de los tigritos, va a patear y… la toca al costado, le hizo un pase a Pedrito, este cabecea, el arquero de los tigritos se tira desesperado, estira la mano y es gooooool.
El partido terminó, las águilas corren a abrazar a Pedrito, los tigritos se suman al festejo y de pronto todos eran un solo equipo de amigos.
Pedrito alzado por ambos equipos, saluda a su papá quien fuera de la cancha llora, pero llora de alegría, porque este partido le ha hecho entender lo que es “la felicidad”.
En este partido, los Tigritos el equipo contrario van ganando 1-0 y para colmo a las águilas les falta un jugador, de repente, una idea cruza por la mente del niño. Mira a su papá y pregunta - ¿Papá, me dejaran jugar? - Fernando, el padre, mira a su hijo desconcertado, sabe que si lo dejan jugar será principalmente por compasión, y, sin embargo, contesta, -si no preguntas, no lo sabrás -. Entonces, el hijo tomó coraje, se acercó a uno de los niños y se ofreció como jugador, este llamó a su capitán y le dijo que tienen un refuerzo. El capitán miró a los ojos a Pedrito y con una amplia sonrisa contestó – cualquier ayuda nos viene bien, juga adelante, cerca de su arquero-.
Fernando y Pedrito no podían creerlo, Fernando ahora hacia porras por su hijo y lo alentaba. Pedrito lentamente ocupa su posición en la cancha, él no puede correr, sufre de una malformación y sus manitos y piernas no son como las de los demás, sin embargo, allí está jugando como uno más.
Queda un minuto para que el partido termine, las águilas tienen la pelota, el número nueve se la toca al diez, que es el capitán del equipo, este pasa a un jugador y queda frente a frente al arquero de los tigritos, va a patear y… la toca al costado, le hizo un pase a Pedrito, este cabecea, el arquero de los tigritos se tira desesperado, estira la mano y es gooooool.
El partido terminó, las águilas corren a abrazar a Pedrito, los tigritos se suman al festejo y de pronto todos eran un solo equipo de amigos.
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