Érase una vez un
osito pequeñito y juguetón que vivía haciendo travesuras y riendo por monton, disfrutaba haciendo
de las suyas y ni un reto lo hacia cambiar de opinión.
Un día asusto a mamá
osa saltando desde lo más alto de un árbol, de no ser por mamá osa que recibió
todo el peso de osito, posiblemente no habría cuento y osito no hubiese salido ileso.
Otro día osito hizo
comer a su hermano una picante crema de ají haciéndole creer que era salsa de
tomate, su hermano se enojó tanto que juro no creerle nunca más.
Y así se lo pasaba
osito, de travesura en travesura y de juego en juego.
Papá oso evitaba castigarlo y lo retaba solo cuando creia que la broma ha sido demasiado pesada. Sin embargo,
debería haberlo retado más, porque un día, papá oso y osito fueron al bosque en
busca de algo rico para comer, papá oso advirtió a osito que no se separara de
su lado, puesto que el bosque era muy grande y podría perderse.
Pero osito no hizo
caso, le parecía una buena idea esconderse de papá oso y después aparecerse de
golpe. Cruzó el río, mientras papá oso se distrajo persiguiendo una presa, buscó
un buen lugar y se escondió.
Papá oso que tenía
el pelaje marrón, se puso blanco del susto al mirar hacia atrás y no ver a
osito, empezó a olfatear hacia todas partes hasta que dio con el rastro de
su hijo, salió corriendo tras la huella y llegó hasta el río. El agua no era
profunda, pero osito podría haber sido llevado por la corriente, papá oso se imaginó
lo peor y empezó a correr corriente abajo; con el tiempo él también se perdió.
Todavía papá Oso
vaga buscando a Osito, es incapaz de volver a su casa solo sin su hijo. Osito
por su parte da vueltas en un enorme circulo, ha aprendido la lección a duras
penas, solo el destino sabe si algún día se encontraran…
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