Sueño eterno

Al despertar se levantó, se vistió, besó a su mujer y se dispuso a salir como todos los días. Abrió la puerta y afuera el apocalipsis, una imagen candente, el desierto árido y ríos de fuego, más alla gente quemandose, despertó…

Se levantó, miró primero por la ventana y afuera todo parecía normal, miró su cama y su mujer dormía tranquilamente. Se vistió y una enorme sombra cruzó por la ventana, corrió hacia ella y abrió las cortinas de par en par, dos muñecos gigantes lo observaban sonriendo, retrocedió aterrorizado, se cayó y despertó…


No se levantó, reconoció que seguía dormido, las paredes de su pieza (normalmente revestidas con papel mural) parecían compuestas de pequeños azulejos que cambiaban de colores con cada parpadeo, a su lado un bulto, levanto la sabana y una masa blancuzca ocupaba ese lugar, quiso gritar y despertó…

No se levantó, no pudo, su pieza estaba oscura, un peso insoportable apretaba sus piernas, intentó patearlo, desesperado intentaba mover las piernas pero no tenía fuerzas, tampoco podía sentarse, se sentía extenuado. Con sus manos bajo la sabana trató de buscar el cuerpo de su mujer, pero no había nadie, estaba solo, completamente solo en la oscuridad, despertó…

Se sentó en la cama, miró a su mujer, la despertó, le contó que había tenido pesadillas toda la noche, ella comprendió la mitad y la otra mitad se le fue intentando abrir los ojos. Él se vistió lento, esperando que algo rompa nuevamente la rutina, tomó un café y se fue al trabajo en la línea de microbuses n° 5, como todos los días.

13:47 mira el reloj en su teléfono celular, mira los papeles que tiene que ordenar y cree continuar soñando.




Fin. Tal vez...
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(17) Marc Lavoine - Toi mon amour



Artista: Marc Lavoine
Álbum: L'Heure d'été
Fecha de lanzamiento: 2005


Toi mon amour, toi qui as le cœur lourd mon amour  Tú mi amor, tú que tienes un corazón difícil, mi amor
Est-ce que tu m'aimes toujours, pour toujours  Es que me quieres siempre, para siempre.
Moi je suis fait pour toi mon amour  Yo estoy hecho para ti mi amor
Je ne pense que ça tous les jours  sólo pienso en esto cada día
Moi qui ne crois plus guère à  l'amour  Yo  que creo difícilmente en el amor
Sur un signe seulement de toi  con una sola señal tuya
Je vole en éclat a a a  vuelo en pedazos
Avant toi j'ignorais tout ça  Antes de ti, ignoraba todo esto
Et tu n'en savais pas plus que moi  y tú no sabes más que yo
A nos amours  Ah nuestros amores
Avec ma pomme et ta gueule d'amour  Con mi manzana y tu boca de amor
Même si c'est pas tout rose tous les jours  Incluso si no es de color rosa todos los días
Mon cœur se bat pour toi mon amour  mi corazón late por ti, mi amor
Mon corps en a envie tous les jours  Mi cuerpo tiene ganas de ti todo el tiempo
Moi qui ne croit plus guère à  l'amour  Yo  que creo difícilmente en el amor
Sur un signe seulement de toi  con una sola señal tuya
Je vole en éclat  vuelo en pedazos
Avant toi j'ignorais tout ça  Antes de ti, ignoraba todo esto

El pescador

Cuando me acerque a ese hombre que pacientemente pescaba en la orilla del mar, lo hice solamente para pedirle indicaciones. Estaba perdido, perdido en todos los sentidos.

-Hola señor, disculpe.
-Sí, qué puedo hacer por ti -dijo sin voltear a verme.
-Estoy buscando esta dirección, mi hermano me dio las indicaciones, pero no he visto una casa en kilómetros.
- Y seguramente no la veras –dijo sonriendo.
- A qué se refiere, tengo un mapita y creo ir en la dirección correcta.
- A veces no es suficiente un ¡mapita!, además, debes asegurarte de que el lugar se llama como supones que se llama. Dime ¿cuándo fue la última vez que viste un cartel de señalización?
-Pues, la verdad, hace un buen rato, solo me he guiado por la costa del mar.
-Y ¿cómo sabes que este el mar de tu mapa?
-Bueno, -sonreí y en tono irónico respondí- no he cruzado la cordillera.
-Dime ¿a qué hora saliste de tu casa?

De pronto tuve un lapsus, no recordaba a qué hora salí, mis recuerdos se iniciaban en la misma ruta, con un mapa y con el mar a mi costado.

-No te preocupes, la mayoría de las personas no sabe cómo ha llegado a estar donde está, y sin embargo, cada acción que realizamos nos lleva hacia donde estamos…

Yo estaba mudo intentando recordar, estaría soñando, de hecho no recordaba que mi hermano me hubiese entregado ese mapa, ni que él pudiese estar cerca de ese lugar, y pensándolo bien hacía más de dos años que no lo veía. El hombre frente al mar seguía hablando y yo empecé a notar el paisaje que no se parecía al que recordase en viajes anteriores, con ese mar agresivo de olas pronunciadas, con ese viento constante y con las laderas llenas de riscos, no. El mar estaba calmo, no había piedras, solo arena, más allá, en vez de maleza rauda había pequeños árboles frutales.

-¿Dónde estoy?
-No, no estas soñando, y tampoco estas muerto, ja, ja,  a veces una idea o la pregunta correcta abren nuevos estados de conciencia y eso es lo que te ha sucedido.
-No comprendo -conteste, mientras una sensación de calma y bienestar me invadía.
-Comprenderás.

El hombre dejó su caña en el suelo y giro a verme, en ese momento entendí que el camino recién comenzaba

Algo maravilloso sucedió entonces, cuando el hombre dejó de pescar, el mar desapareció.

Continuara…





Fin. Tal vez...
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Promesa

Aquella tarde antes de despedirse le prometió que volvería…

Y así es, él regresa y ella también, pero sus mundos ahora son distintos, ella a veces siente su aroma, él a veces cree oír su voz.

El desliza su mano sobre la banca vacía y contempla el camino por el que paseaban juntos, cierra sus ojos y la recuerda.

Ella dice palabras al viento imaginando que él la escucha, mira a su costado las tablas viejas de la banca y se marcha desconsolada.

Mañana ambos volverán, pero no se encontrarán. El cree estar vivo, y ella lo cree muerto.




Fin. Tal vez...
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Ecos del pasado

Aquella noche no durmió bien, los sueños lo invadieron hasta el amanecer.

Cuando él despertó su cuerpo no era el mismo, el lugar que habitaba era irreconocible y, sin embargo, actuó tan naturalmente como el día anterior.

Las niñas y su mujer dormían, así que él se dispuso a comer algo, por supuesto, no muy lejos las hojas más cercanas eran un festín. No reparó, claro está, en el desorden que causaba. Ella despertó y no tardó en refunfuñar, miró a su esposo y este comprendió en un santiamén. Lento, no por pereza, más bien por lo pesado de su cuerpo, tomó con la boca la rama y la arrancó de cuajo. Ella hubiera sonreído, si es que esta expresión fuera posible en su escamosa piel, pero no era así…

Cuando ella despertó, ya no era un dinosaurio, su cuerpo dócil y liviano se movía con suma ligereza. Más allá, su marido preparaba el desayuno, se levantó y su pie dio de lleno con un enorme zapato, bastó una palabra para que él comprendiera…




Fin. Tal vez....
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Sus ojos

Se despertó por inercia, en su casa no había nadie. Se levantó, preparó una leche con cereales y se fue al colegio.

Tenía evaluación de geografía y no había estudiado, apeló claro a su amplio bagaje de conocimientos heredados de juegos de estrategia y expuso todo lo que pudo.

No encontraba el sentido de ir a clases, de asistir todos los días a las mismas tediosas rutinas, ¿para qué los preparaban? para ser futuros oficinistas, sabiendo por supuesto, cual es la capital de Turquía.

No, no comprendía para qué su mamá lo instaba todos los días a ser responsable, a cortarse el pelo, a hacer la tarea.

No entendía por qué su padre solo se preocupaba por esas décimas que faltaban en su boletín y nunca lo había felicitado por las buenas notas, que seguramente también las había.

Llegó tarde a casa, tiró su bolso en el sillón, se preparó un sándwich y se sentó a jugar un juego en la computadora, cuando sus padres llegaron él ya estaba durmiendo. Ellos trabajan, ellos son responsables.

Otro día, de camino a clases se encuentra con una compañera. Mira en sus ojos infinitos y entonces comprende, entiende todo.

Todo será por ella, la noche, el día, el sueño, la vigilia.

Todo tiene sentido, en ese instante, en ese preciso instante en que se cruzan sus miradas.

Fin, tal vez...


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Salvar cara

Cuando Omar venció a Darío lo primero que hizo fue tenderle la mano a su enemigo y felicitarlo por el esfuerzo realizado.
Darío tuvo un momento para argumentar su derrota, pero sabía que no era prudente ni necesario, solo dijo “la próxima, será una gran contienda”

Con el tiempo Darío se convirtió en un gran líder, uno tras otro, conquisto todos los reinos de la tierra. Al final solo quedaba uno.

En la entrada al reino de Omar, Darío quedó maravillado ante la majestuosidad de las obras que había edificado su rival.
Miró hacia atrás y contempló al millar de hombres que darían su vida por él. Giró hacia adelante y solo un hombre defendía el último reino que quedaba por conquistar, Omar.

Darío desmontó, tomó su espada y acomodó su escudo, caminó con paso templado hasta Omar, este se sabía derrotado, no expondría a su gente a una matanza, de ser necesaria una muerte, estaba seguro de que con la suya bastaría.

No mediaron palabras, Omar atacó primero y Darío cerró los ojos cuando su espada entraba en el corazón de su adversario. Nadie podría haberlos escuchado, pero dicen que Omar pronuncio “se justo enemigo mío, protege a nuestros pueblos”




Fin. Tal vez....
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El último macho

Cuenta la historia que Ulises Ortega nunca tuvo miedo y lo más importante, nunca dio un paso atrás.



El primer hombre que murió en sus manos casi fue un accidente, por salir a defender a una moza. “El gringo” le decían y como siempre, andaba pasado de copas, aquel día “el Gringo” intentó manosear a una muchachita y Ortega que iba pasando, no pudo evitar intervenir. De pocas palabras, Ortega le asestó un puñetazo tal al gringo que le hizo saltar un diente, el diente voló dibujando un medio círculo perfecto y cayó, allí “El gringo” sacó un cuchillo e intentó estocar a Ortega. Ortega dio un paso al costado, “El gringo” pasó de largo como micro llena y Ortega aprovechó, en un revés tomó del brazo al gringo que cayó ensartándose su propio cuchillo.



“Va a ser mejor que te escapes, Juárez te vio y es conocido de los amigos del gringo, seguro que ahora fue a contarles”, le dijo la muchachita que acababa de salvar. Ortega la observó con la mirada perdida, era la primera vez que mataba a un hombre y ahora se enteraba que había matado a un asesino, con fama de cuchillero, violador y matrero. “Yo no me escapo de nadie” atinó a decir y sacó el puñal del estómago del gringo, lo empuñó y así comenzó la leyenda del “Huaso Leal”.



El viaje al sur tuvo que hacerlo después de 17 muertos, para entonces, lo buscaban asesinos, parientes de asesinos y la policía.

Iba a viajar en tren de Santiago a Temuco, la plata y los buenos modales no le faltaban, así que se había buscado un buen asiento. Mientras esperaba el tren cerca del andén esa madrugada, encendía un tabaco cuando vio tropezar a un paisano con otro que llevaba un enorme espejo, el espejo se hizo pedazos y Ortega, sin dudarlo, se apresuró a tenderle una mano al causante de tal accidente.

El patrón del peón y dueño del espejo, no tuvo mejor idea que insultar de arriba abajo al pobre accidentado, Ortega hubiese querido plantarle un palmazo al maleducado que no dejaba de decir huevon aquí y huevon allá, pero se contuvo, porque el hombre al que le había tendido la mano, le hacía ademanes para que no haga nada. “Aquí tiene lo que cuesta su vidrio po’ ñor” sacó del bolsillo la plata y se la dio al patrón que abría los ojos grandes como sapo al ver el billete. La cosa no pasó para más, Leal que así se llamaba el accidentado agradeció la mano y Ortega subió al tren que lo llevaría al sur.

La casualidad, que no existe, hizo que viajara junto a Leal quien, por su parte, le contó la historia de su vida, a Ortega no le interesaba, pero escuchó pacientemente porque, mal que mal, el camino era largo.



Leal se había enamorado de una sureña, y había estado juntando plata para comprar un pedazo de chacra allá, cerca de donde nació su mujer, el problema es que, si no llegaba en quince días más tendría que volverse a la capital con su mujer, por terminó del plazo del contrato. Ahora que al fin tenia los papeles de la tierra, solo tenía que llegar con su mujer y sus hijos, allá donde se perdió el poncho.



Llegaron tarde a Temuco, Leal seguiría hacia Osorno, donde ya estaba su mujer, pero no quería irse sin invitarle un vaso de vino a aquel que lo había ayudado.



- Oiga Ortega, conozco aquí cerca una fonda donde podemos comer y tomar algo, mientras hago tiempo para partir mañana en la mañana, gustaría, yo le invito

- Pfff faltaba más, negarle un vaso de vino jamás, usted dirá

- Ja, ja, muy bien, vamos pue’.

-

Ortega y Leal tomaron sus bolsos, salieron despacio caminando hacia la fonda, detrás de ellos otro grupo de tres hombres parecían marcar el mismo camino. Conversaban sobre banalidades, ¿lloverá? Por acá no nieva, ¿verdad?, y otras cosas por el estilo, cuando a mitad de camino, tomaron un atajo por un baldío, - sígame Ortega por acá llegamos más rápido-

Mejor hubiese sido no entrar en ese camino, los tres hombres que los seguían desde la terminal no tardaron en alcanzarles, y en medio del baldío sacaron cuchillo y revolver. Ortega, ávido en peleas callejeras no tardó en despacharse a uno de los forajidos, cuando de repente, un disparo le rozó una ceja y tiró de bruces a Leal, era si mal no recordaba la segunda persona amiga que era herida por su culpa, por eso, no tenía amigos. Más rápido que rata de campo, le abrió un tajo al bandido y el tercero intentó escapar, pero Ortega se abalanzó sobre él y a puñetazos le quitó la vida.



- Ta madre, Leal, aguante que lo llevo pa’ la posta –dijo Ortega mientras intentaba levantar al hombre que se desangraba.

- No, no, no me mueva, déjeme que le pida un favor… –las palabras se le quedaron en la garganta, en su lugar broto sangre, como un perro con rabia, Leal se moría-

- Aguante mierda, ‘ta madre.

- No me conocen, el dueño de las tierras, en el sur nadie me ha visto, llevé los papeles Ortega.



Allí murió un hombre y al día siguiente otro se apeaba a un caballo y partía al sur en una travesía que demoraría tres días.



Al llegar a Osorno, no encontró más que bares de mala muerte en lo que se suponía era plena ciudad. No entró, no por falta de ganas, sino para hacerle honor al nombre que ahora llevaba, dio media vuelta y continuó camino, preguntó por la dirección a los granjeros y cuanto ser se encontraba en la senda. Las instrucciones eran claras más allá, cerca del río, pasando la loma, antes de las vacas negras, donde está el árbol caído, cruzando el puente, ahí nomás, siga derecho.

Justo ahí había una casita, como pintada, un verde prado en frente, atrás una hermosa montaña y en un costado el sol en lo alto, ahora entendía el empeño de aquel hombre.



- Ya le dije señora, sino me muestra los papeles agarra sus pilchas y se manda a cambiar, acá conmigo, está el comisario.

- Si señora va tener que disculpar, pero el concejal Aranda reclama estas tierras y si uste’ no tiene papeles que digan lo contrario va a tener que mandarse mudar.



Apeado en caballo había llegado un hombre y había escuchado la conversación

- De acá no se muda nadie, acá están los papeles y esa china es mi mujer, dueña de estas tierras, así que pasando noma’



La mujer no dijo nada, quizá por el asombro, quizá por el miedo de quedar en la calle o simplemente porque, aquel hombre la llamó “dueña de estas tierras”

El comisario se acercó miró los papeles, encontró todo en regla, saludó con un gesto a Leal y les dijo a sus acompañantes que se retiraran, claro, no falto un cruce de miradas rancias entre algunos partidarios de Aranda y Leal.

Leal permaneció sentado tapaba con su poncho una mano en el cuchillo, la otra descubierta en los papeles, estaba incrédulo de que por primera vez la palabra de un papel valía más que 12 sables.











Fin. Tal vez...

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Las personas

Se sacó las pestañas, se lavó la cara y el maquillaje desapareció de su rostro. Se quitó la ropa y entró a la ducha, su cabello perfectamente peinado con laca se desmoronó ante el agua tibia que corría quitando de su cuerpo la crema bronceadora.

Cuando salió del baño era irreconocible, seguía siendo, quizá, la misma persona, pero no se sentía igual.

Quiso correr a disfrazarse de nuevo pero ya era tarde.

Cuando él la vio supo de inmediato que era la persona correcta, ella quiso decir algo pero no era necesario ni prudente, él se la llevaría de una forma u otra.

Dejó caer el toallón que la cubría y posó desnuda ante él, como esperando que algún rasgo pudiera conmoverle, pero no iba a suceder, él nunca vio su cuerpo, su físico, su piel. No, él es incapaz de ello. Lo único que "la muerte" ve es un alma luminosa, candente, pero ella estaba apagada desde hacía mucho tiempo…

Fin, tal vez...


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Los espectadores (adaptación)

Abrieron la ventana como de costumbre para ver qué pasaba abajo.

Lejos, muy lejos podían notar a un tipo pidiendo algo que comer, desahuciado, demacrado, lastimoso. No les importo, ni les intereso, más allá vieron el espectáculo que esperaban cada tarde; un hombre empujaba una piedra y al llegar a su lugar, la redonda piedra se le escapaba rodando y el hombre salía desesperado tras ella para volver a empujarla, una y otra y otra vez. No pudieron disimular su alegría y rompían en carcajadas cada vez que la piedra rodaba cuesta abajo.

Alguien de abajo los vio y profesó maldiciones a sus espectadores, luego otro que estaba al lado, se preguntó ¿cómo podían burlarse, ellos, justamente ellos?.

De pronto, un grito sonoro, dios está enojado, los ángeles cerraron la ventana y volvieron a rezar.




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Esperándote

Contemplo de lejos una extraña figura. No sé si eres tú o es solo una sombra.

Ya no distingo la noche del día, yo, yo que sé de noches que no son noches y que conozco noches que son realmente oscuras. Noches que danzan en la oscuridad en el ahogo y en el silencio

Contemplo de lejos esa figura, tal vez con la esperanza de que llegues, sin embargo, sé que no vendrás, finalmente doy el paso y la figura como lo imaginaba era la muerte esperando pacientemente a que llegara yo.




Fin. Tal vez....
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