Fin del juego

Un niño juega solo en un rincón, en su inocencia crea seres, les da vida, libre albedrío e imaginación. Los ve nacer, reproducirse, morir y matarse. A veces, de aburrimiento, interviene, provoca una catástrofe y ríe a carcajadas.

Cuando Zeus su padre lo ve, observa su entretención y siente lastima por los seres creados, entonces, termina el juego.



Fin. Tal vez....
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Fantasías

Un niño juega solo en su habitación, en su imaginación inventa infinidad de dioses, crea cuantos necesita para poder explicar el mundo y sus hechos.

Un adulto llega, lo escucha y niega rotundamente la trama, ofuscado, argumenta la existencia de un solo dios.

El niño atiende pacientemente, de pronto, interrumpe insatisfecho preguntando ¿por qué dios permite el mal?, el adulto perplejo replica que es culpa de seres menores creados por este dios. Para el niño esos seres también son dioses.

Después, el niño continúa su juego, ha cambiado los nombres, pero la trama es la misma...

Fin. Tal vez...
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El creador

Cuando el Hombre creó el mundo, supuso que sería mejor tener a alguien superior a él mismo, entonces, creó a dios y se marchó.

Luego sus creaciones se olvidaron de él, pero recordaban a su dios. Así pasaron los años pidiéndole a su dios que les explique el ¿por qué?, pero nada podía ser explicado, al menos, no por esta entidad.

El Hombre nunca regresara, lejano e indiferente, continúa creando mundos, dioses y seres humanos, que seguirán creando mundos, dioses…

Fin. Tal vez....
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El comienzo

Cuando los hombres crearon a dios, pensaron que uno solo sería imperfecto, entonces, se hicieron politeístas. Así, el hombre adoro al sol de día y a la luna de noche, culpó a uno por sus males y agradeció al otro por sus bienes.

Años después otros hombres volvieron a crear un solo dios y se proclamaron monoteístas. Pero hubo un problema, nunca pudieron explicar las desgracias de la tierra. Entonces, crearon deidades menores malvadas y buenas, claro, con un solo dios pero que ya no es todopoderoso.

Cuando el hombre creó al hombre omitió decirle, que, de allí en más, estaría solo.


Fin. Tal vez....
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El fin 2

El profeta les dijo que el mundo se iba a terminar y claro, muchos lo creyeron. Pero no solo eso, algunos inventaron historias del fin del mundo, destruyeron la tierra y la volvieron a moldear.

Otros hablaron de pestes y calamidades. Y algunos simplemente se suicidaron.

Pero el profeta no se refería a un final catastrófico, los hombres no viviran lo suficiente para comprender, pero los inmortales sí. Los dioses antiguos sabían de lo que hablaba este profeta y uno tras otro, fueron testigos de su propio fin.



Fin. Tal vez....
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El fin 1

Cuando el profeta les dijo que el mundo se iba a acabar tenía razón. Años más tarde Ra, Zeus, Odín, Tezcatlipoca, Viracocha y muchos otros fueron reemplazados por nuevos mitos...

Fin. Tal vez...
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Gusanos

Cuando se cerró el cajón comprendí que ya no habría vuelta atrás.

Relativamente sano, claro, con los mismos vicios de cualquier hombre, alcohol, cigarrillos y mujeres. Esa noche debería haber sido una noche más.


Después de recorrer los bares y tomar algunas cervezas estábamos listos para la disco. El ambiente estaba encendido, las mujeres cual ninfas seductoras contorneaban sus cuerpos al son de la música de moda, una llamó mi atención.
Morocha de ojos infinitos, bailaba sola en medio de la pista, cual lobo tras su presa, abandoné la manada y fui hacia ella directamente, sin titubear. Pero como suele suceder en algunas cacerías, no era el único interesado en magno trofeo. Un tipo venia del otro lado y en una maniobra de cuerpos logre interponerme entre ella y él, antes de que emita palabra alguna, la invite a bailar y aceptó. Nada pudo salir mejor.

Bailamos, nos besamos, me ofrecí a llevarla a su casa y salimos de la disco.

Íbamos caminando hacia el estacionamiento cuando me detuve para prender un cigarrillo, ella estaba hermosa, le ofrecí, pero no fumaba. En medio de las sombras, alguien dijo “yo, quiero uno”. No logre ver de quien se trataba, pero alce la mano con el atado en gesto de convidarle. Al verle la cara palidecí, era el hombre al que le había ganado la mujer. Sostenía en la mano un cuchillo, lo único que atine a hacer fue mirar a la morocha y decirle “corre”. Después sentí el helado acero entrar por mi estómago, sujeté al tipo firmemente dándole tiempo a la mujer de que escapara. Tres o diez estacadas después, caí.

No sé en qué momento exacto recupere la conciencia, recuerdo voces y a la morocha llorando.
Luego la agonía, la desesperación y después el sosiego, esa calma que se siente tras despertar en la cama y saber que no hay que hacer nada, que se puede seguir durmiendo.

He pensado en infinidad de cosas, supongo que aún en este estado duermo, a veces recuerdo imágenes que no pertenecieron a mi vida.

No tengo sensaciones y, sin embargo, poseo plena noción de lo que sucede a mí alrededor, tanto es así que reconozco la carne que se desprende de mis huesos.

Debo llevar muerto tres meses, la única pregunta ahora, lo que espero con ansias, es saber ¿cuándo morirá esta conciencia?, mientras tanto, alimento con mi cuerpo a los gusanos.


Fin. Tal vez...
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La abuela

Nicodemo y Laura se casaron muy jóvenes, 15 y 17 años respectivamente, por apuro, ella estaba embarazada y a punto de dar a luz.
  Así pasó el tiempo, de apuro en apuro, uno tras otro se sucedieron los hijos, ya sea por ignorancia, por falta de métodos anticonceptivos, o simplemente un hecho cultural de aquella época, el tema es que, a sus escasos veintisiete años Laura contaba en el haber con diez hijos y de no ser por el doctor que se apiadó de ella y prácticamente sin consultarla la castró, en este momento seguramente la cuenta habría ascendido a unos treinta hijos.

Nunca hubo amor entre Nicodemo y Laura, pretendían quererse claro, él más por costumbre, ella más por necesidad o miedo.
Ya de recién casados Laura mostró sus dotes de santa desgraciada, tolerando todos los abusos de aquel jovencito inmaduro. Excesos de alcohol, orgullo de las cantinas, golpeador en la casa, es decir, todo un estúpido. No distinguía entre los amigos y los oportunistas, nunca vio lo bueno en su hogar. Se pasó la vida renegando y vociferando contra la mujer, que sería la única que le limpiaría el culo el día que cayese enfermo de diabetes treinta años más tarde.

Para mala suerte, cuando la semilla es mala no es casualidad que el fruto salga rancio, de todos, dos se salvaban y está bien dicho, porque se murieron, uno enfermo en la niñez como un pobre angelito y la otra murió en un viaje escolar hacia un torneo de matemáticas.

A modo de reseña, breve historia del resto de los sobrevivientes: de las hijas, una es puta, que no tendría nada de malo, sino fuera porque aún no ha dejado el nido; otra es fiestera, lo hace con cualquiera y sin cobrar, la última de las hermanas vive amargada, casada con un malandra. De los hijos, dos están en prisión (gracias a dios los agarraron), otro trabaja para el estado y es un eterno flojo que vive quejándose, los otros dos a sus tiernos treinta y veinticinco años no hacen nada y no parece que vayan a hacer algo en el futuro. Todos siguen viviendo en casa, lógicamente con sus hijos, porque emulando a sus padres, todos y cada uno de ellos no cruzaron los veinte años sin al menos una cría para la posteridad.

Como no podía ser de otra manera, después de criar a sus hijos, ahora Laura cría a los nietos y si no fuera porque espera morir pronto, seguramente criaría también a los bisnietos - los niños no tienen la culpa, ellos no saben, pero el resto sí - piensa Laura mientras prepara comida para todo el batallón.
En los últimos años los problemas familiares y las angustias han borrado todo rasgo de sonrisa en su rostro demacrado, pero hoy está visiblemente alegre, es que ayer vio algo en la televisión que le ha dado una estupenda idea. Mientras prepara la comida piensa en que los niños no comerán de esta receta, primero porque es muy picante y segundo porque ya los ha alimentado con comida chatarra o casi chatarra, después de todo, no son lo mismo las hamburguesas de la abuela que las compradas
Está lista la comida, sólo falta el ingrediente secreto, lo anotó para no olvidarlo, tiene todo y lo coloca en la medida justa, llama al flojo de su hijo para que pruebe la comida y este la encuentra exquisita.
Como es costumbre, ella no se sienta a comer cuando todos se reúnen en la mesa, pero eso nadie lo nota, siempre come sola en su cocinita. Prende su pequeño televisor de 7”, quizá la única alegría de los últimos años, hay un interesante documental y ¡oh! casualidad es la continuación del que estaba mirando ayer, “Todo lo que usted debe saber ante los venenos”.

Al escuchar las voces que se quejan de dolor, Laura esboza su ultima hermosa sonrisa...


Fin.
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Voces

La pequeña Mariana juega con sus ositos, su gatito se acurruca tiernamente al lado de ella y ronronea. Ella creció y su gato envejeció, duerme en sus rodillas mientras hace su tarea.
Un día Mariana llega a casa y su mascota fiel, ya no está, murió. Nunca más se dijo, nunca más volveré a tener un gatito.

El tiempo

Jaki estaba jugando, había visto una serie en la televisión y medio en broma, medio en serio, intentó hacer lo mismo, nada sucedió por supuesto, pero cuando miró el reloj se sorprendió
. Las agujas del reloj estaban detenidas, había detenido el tiempo.

Lo primero que se le ocurrió fue ir al negocio de la esquina y comer todos los caramelos que pudiera, sin embargo, lo pensó mejor y solo miró por la ventana. Un ave que surcaba el cielo confirmaba el acontecimiento, todo era estático para todos los demás, excepto, para él. El ave posaba en el aire suspendida sobre la nada. Más allá, un automóvil no había alcanzado a girar y su conductor permanecía estático.
Era increíble, poder dominar el tiempo, poder detenerlo, para leer, dormir, hacer bromas y por qué no, tomar algunas cosas prestadas. Podría hacer todo lo que quisiera.
Su asombro y alegría se detuvieron (así como logró detener el tiempo) cuando al intentar mover una cortina se dio cuenta que esta parecía ser de piedra, dura, inmóvil. Se puso a pensar ¿cómo regresar el tiempo a su continuidad? no lo sabía, intentó hacer varias cosas, rezar, invocar a los astros, nada funcionaba.

Salió a la calle y todo estaba petrificado, el agua no fluía desde los regadores, las personas no respiraban, y el sintió como poco a poco se le acababa el aire, la sangre en sus venas dejaba de correr y todo, todo se detenía...

Arriba, Cronos ríe carcajadas viendo a este mortal jugar con algo que no entiende.

Fin, tal vez...
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Imagen de Salvador Dali : Relojes blandos

Visitando a un amigo

Cuando llegó le llamó la atención la sencillez del hogar de su amigo, a diferencia de lo que muchos imaginaban, un lugar revestido de opulencia haciendo gala de su poder, no, nada de eso había, su casa es de madera, eso sí, con grandes ventanales desde los cuales seguramente lo vio llegar.

Allí lo estaba esperando, afectuoso como siempre, lo abrazó y dijo “que alegría que hayas llegado”. Lo invitó a pasar y en su hogar cada habitación era infinita, llena de recuerdos, de lugares. Lo condujo hasta una de sus preferidas, allí tallaba en madera una singular forma.

- Siempre trabajando
- No, no puedes llamarle trabajo a hacer lo que te gusta
- Tienes razón, puedo preguntar ¿por qué me has traído a verte?
- Has llegado solo
- Es cierto, pero hasta donde sé nada sucede sino es tu voluntad.
- Sabes que no es así, si así fuera, seria tedioso, lo magnifico y terrible del universo son las pequeñas fluctuaciones.
- Sin embargo, aquí estoy, y no sé por qué, es que acaso no tengo propósito
- Ciertamente no individual, tu propósito como el de todos es alcanzar este lugar.
- ¿Conocer tu casa?

Dios sonrió, dejó de esculpir a un ser vivo y condujo a su amigo, el hombre, al séptimo cielo.


Fin. Tal vez...
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¡Por favor, muévete!

La primera vez que le sucedió pensó que soñaba, esperó y nada sucedió, su cuerpo inánime y ella observando todo alrededor sin poder emitir palabra, más tarde cayó en un profundo sueño y al despertar aquella experiencia pasó a ser solo un vago recuerdo de un sueño difícil.

Miranda vive sola en la capital, sus padres la enviaron a estudiar allí deseándole un mejor futuro y con el tiempo se acostumbró a la soledad. Se recibió de administrativa, comenzó a trabajar y nunca regresó a su pueblo natal. El tiempo pasó, los hombres también, pero ninguno se quedó, ahora sola con su gato, mira la televisión y ríe alegremente con las morisquetas de un personaje conocido.



El jueves volvió a suceder, no había tenido esta sensación desde la adolescencia, pero como un torrente los recuerdos volvieron y el espanto se hizo presente. Totalmente consciente de su alrededor puede escuchar el ronroneo del gato que duerme a sus pies, intenta moverse, pero es imposible, quisiera emitir algún sonido, pero ningún músculo responde, de pronto su mano reacciona, esperanzada concentra toda su energía en ella y se aferra al borde de la cama, da un tirón, su cuerpo inánime cae al piso y al fin se reanima.

Viernes, un día más que pasa normalmente, había quedado en juntarse con una amiga, pero por cosas del destino ella no llega, hubiera querido contarle la anécdota, pero ya era tarde, estaba nuevamente en su casa, sola con su gato. Llama por teléfono a alguien que no contesta, las horas pasan y a diferencia de otros días preferiría no acostarse, teme lo que pueda suceder.

Sin embargo, el sueño llega y como no fue a su cama queda dormida sobre su viejo sofá.

Sábado, sus ojos abiertos contemplan un libro tirado, incapaz de moverse siente su orina correr entre las piernas, lloraría, pero no hay lágrimas.

Domingo, el hambre, su estómago se retuerce, suena el teléfono. La desesperación ha pasado, llega la noche y ella espera, nadie llega. El gato rasguña una puerta, pero nadie lo escucha.

Lunes, martes…

Alguien en el trabajo se preguntó por qué no llegaba, llamaron una, dos, tres veces y no llamaron más. Una amiga fue a verla, nadie abrió y se fue.

Nadie más llegó, al menos no a tiempo.


Fin. Tal vez...
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Contabilidad

Treinta de diciembre cierre de mes, es tiempo de entregar los informes al jefe.

En los últimos años los ingresos han sido descomunales, superaron con creces cualquier expectativa o pronostico realizado. Como en cualquier otro negocio mayores ingresos generan lógicamente más trabajo, lo cual, significa ampliar la dotación de personal para poder abarcar sin problemas la demanda. Sin embargo, este lugar es especial, no solo no se aumentó el personal, sino que algunos debieron asumir nuevas responsabilidades. Por supuesto, nadie reclamo, aquí no existen los gremios y mucho menos un departamento de recursos humanos y en este lugar siempre se podría estar peor, literalmente.

Aníbal está encargado de anotar manualmente los ingresos, Caronte es incapaz de hacerlo así que el jefe decidió asignarle la tarea a mi buen amigo Aníbal, ambos llegamos juntos y probablemente no tuvimos tan mala suerte como otros. Por mi parte llevo los libros y entrego los informes, prácticamente trabajamos veinticuatro horas por día, dado principalmente a que el flujo de entrada es constante.

Hemos cumplido, Satán entró, miró el informe y sonrió, nuevamente se ha sobrepasado la meta, la entrada de almas este mes ha superado nuevamente a nuestra competencia directa.

El jefe está feliz y quizá pensando en traer a alguien para que nos ayude.



Fin.
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El Camino

Cuando Ignacio cruzó el umbral no se sintió asombrado, no esperaba ciertamente nada, por lo tanto, lo que estaba frente a él carecía de sentido.

El paso fue instantáneo, apenas cerró los ojos el mundo había cambiado.

Sus padres nunca le contaron historias de hadas, después de grande evito a toda costa dejarse invadir por las creencias de quienes lo rodeaban; Por esta razón y quizá, por la naturaleza propia de aquel a quien se le ha negado la fantasía, Ignacio simplemente racionalizó que estaba en estado de shock y que lo que se encontraba frente a él debía de ser un sueño o un estado de alucinación inducido por el accidente.

Pequeños recuerdos del pasado lo asolaban, el camino, la lluvia, la oscuridad y después un profundo silencio. Recordó a su familia y esbozo una sonrisa, los amaba es cierto, pero no los extrañaba, una extraña sensación de paz lo invadía. Había perdido la noción del tiempo, ya no sabía si había pasado un minuto o mil años esperando despertar.

No se había movido de su lugar desde que había abierto los ojos por primera vez y tampoco había sentido necesidad de hacerlo, después de un tiempo de observar a su alrededor, de contemplar el ancho y vasto espacio, notó, sin asombrarse, que carecía de cuerpo, tal vez, por esta razón pensó que no había sentido necesidades físicas, cansancio, hambre ni dolor.

Esperó, como quien espera mirando una pared, sabiendo que la pared no ha de cambiar. ¿Qué lo llevo a moverse?, seguramente es incomprensible, pero moverse significa aceptar y él aceptó.

Cuando se movió, no fue una, fueron miles de voces que le dieron la bienvenida y como en una danza, millones de formas etéreas aparecieron y desaparecieron e Ignacio dejó de ser uno para unirse al cosmos.

Fin. Tal vez...
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El inmortal

Martín prepara la grasa en la que va a cocinar las papas fritas y de súbito un flash, una ceguera blanca, cierra los ojos y miles de imágenes se presentan, desconcertado, continua. Abre una bolsa de papas y tira el montón en el aceite hirviendo, José su compañero trae una comanda “Churrasco con papas fritas” la especialidad de la casa.
Martín va a la heladera, saca un trozo de carne, cierra los ojos y otro flash, esta vez más intenso más real, las imágenes comienzan a cobrar vida y él puede ver, sentir y hasta palpar una imagen del pasado. Entonces, abre los ojos y siente como un fuerte dolor de cabeza se ha apoderado de él, José regresa, trae una bandeja, mira a Martín que se apoya con una mano en la mesa y con la otra en la frente, con un claro gesto de dolor, José pregunta que le sucede, mientras le ayuda a sentarse y se pone a preparar la comanda.
Martín padece una terrible jaqueca, miles de flashes, imágenes, sensaciones, se van abriendo paso frente a él. Su mente se ve desbordada por este cúmulo de experiencias superpuestas.

Un tipo común

Miguel está sentado en un pequeño restaurant, quisiera encender un cigarrillo pero frente suyo hay un cartel que dice “prohibido fumar”, ahora lo han prohibido en casi todos los locales que frecuenta, le parece excelente, después de todo no es bueno para el cuerpo. Mira por la ventana y espera. Pidió permiso en el trabajo, un martes; ayer recibió el llamado de un hermano, hermano político, pero hermano al fin, no podía faltar, ya casi no recordaba la última vez que lo vio.

Espera, como esperan todos, que los rencores hayan quedado en el pasado, la última vez que lo vio tuvo que echarlo, literalmente echarlo de su hogar. Ahora tanto tiempo después parece cómico que se encuentren aquí. Aún no es la hora acordada, Miguel lo sabe y pide un café, le agrada el sabor, así como le agradaron tantas otras cosas de las cuales no siente culpa, ni se arrepiente, lo que le hace comprender en cierta medida el don y la belleza humana.

Puntual como no podía ser de otra manera, entra, así como entró Miguel, haciéndose notar de inmediato, no por su ropa, no por sus gestos, ni siquiera por el afán propio de llamar la atención que poseen los humanos, no, sus simples presencias eran llamativas. Miguel se levantó de inmediato y abrazó al hermano, este devolvió afectuosamente el saludo y lo acompañó en la mesa.

Hablaron durante un largo tiempo, tenían mucho que decir, pero para ambos el pasado no era el tema, sino el futuro.

Miguel al día siguiente abrió un viejo baúl, lo había guardado con la esperanza de nunca abrirlo, en él había un antiguo instrumento de viento, lo tomó y salió al patio de su casa. Fuera, miró a su perro, corto el collar de su cuello, murmuro algo en su oído y lo vio salir corriendo por el portón y perderse más allá en la calle.

Rompió su camisa y de su espalda brotaron largas alas blancas. Luego miró al cielo, derramando lágrimas comenzó a tocar…
A medida que las notas se abrían paso a paso en el aire el cielo se dividía, el suelo a sus pies comenzaba a temblar y al término de su canción, el apocalipsis...


Fin. Tal vez....
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La otra historia

Orfeo miraba de reojo una vieja arpa arrumbada en la esquina de su habitación. Los últimos años ha sido incapaz de tocarla. No sabe o pretende no saber, si es que acaso volverá a tocar aquellas bellas melodías que conmovieron incluso a las rocas.

Él es consciente de que no toda la culpa es de Hades, después de todo es imposible hacer volver a alguien desde ese lugar, Orfeo lo sabe, sin embargo, quiso creer en sus palabras más allá de cualquier cosa.

Orfeo nunca volteó a mirar hacia atrás, no se dejó vencer por la tentación ni era tan inocente como para haber logrado tal travesía y rendirse al final. No, él salió del infierno solo, sin ella, sin nada más que esa maldita arpa.

Intentó el suicidio, pero ahora era inmortal, un chiste de los dioses, quienes incapaces de concebir la mortalidad ofrecieron este don al único que deseaba con el alma morir. Odio con todas sus fuerzas a los dioses por su destino, pero él sabe que no es la forma, que ellos no hicieron más que darle un atisbo de esperanza.

Ahora mientras observa la vieja arpa, lee y reflexiona sobre las historias que han inventado sobre él, ha querido creerlas para escapar de su realidad, pero se sabe cierto y atrapado, viste su mejor traje, y como uno más a las 7:40 se va a trabajar.





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