La abuela

Nicodemo y Laura se casaron muy jóvenes, 15 y 17 años respectivamente, por apuro, ella estaba embarazada y a punto de dar a luz.
  Así pasó el tiempo, de apuro en apuro, uno tras otro se sucedieron los hijos, ya sea por ignorancia, por falta de métodos anticonceptivos, o simplemente un hecho cultural de aquella época, el tema es que, a sus escasos veintisiete años Laura contaba en el haber con diez hijos y de no ser por el doctor que se apiadó de ella y prácticamente sin consultarla la castró, en este momento seguramente la cuenta habría ascendido a unos treinta hijos.

Nunca hubo amor entre Nicodemo y Laura, pretendían quererse claro, él más por costumbre, ella más por necesidad o miedo.
Ya de recién casados Laura mostró sus dotes de santa desgraciada, tolerando todos los abusos de aquel jovencito inmaduro. Excesos de alcohol, orgullo de las cantinas, golpeador en la casa, es decir, todo un estúpido. No distinguía entre los amigos y los oportunistas, nunca vio lo bueno en su hogar. Se pasó la vida renegando y vociferando contra la mujer, que sería la única que le limpiaría el culo el día que cayese enfermo de diabetes treinta años más tarde.

Para mala suerte, cuando la semilla es mala no es casualidad que el fruto salga rancio, de todos, dos se salvaban y está bien dicho, porque se murieron, uno enfermo en la niñez como un pobre angelito y la otra murió en un viaje escolar hacia un torneo de matemáticas.

A modo de reseña, breve historia del resto de los sobrevivientes: de las hijas, una es puta, que no tendría nada de malo, sino fuera porque aún no ha dejado el nido; otra es fiestera, lo hace con cualquiera y sin cobrar, la última de las hermanas vive amargada, casada con un malandra. De los hijos, dos están en prisión (gracias a dios los agarraron), otro trabaja para el estado y es un eterno flojo que vive quejándose, los otros dos a sus tiernos treinta y veinticinco años no hacen nada y no parece que vayan a hacer algo en el futuro. Todos siguen viviendo en casa, lógicamente con sus hijos, porque emulando a sus padres, todos y cada uno de ellos no cruzaron los veinte años sin al menos una cría para la posteridad.

Como no podía ser de otra manera, después de criar a sus hijos, ahora Laura cría a los nietos y si no fuera porque espera morir pronto, seguramente criaría también a los bisnietos - los niños no tienen la culpa, ellos no saben, pero el resto sí - piensa Laura mientras prepara comida para todo el batallón.
En los últimos años los problemas familiares y las angustias han borrado todo rasgo de sonrisa en su rostro demacrado, pero hoy está visiblemente alegre, es que ayer vio algo en la televisión que le ha dado una estupenda idea. Mientras prepara la comida piensa en que los niños no comerán de esta receta, primero porque es muy picante y segundo porque ya los ha alimentado con comida chatarra o casi chatarra, después de todo, no son lo mismo las hamburguesas de la abuela que las compradas
Está lista la comida, sólo falta el ingrediente secreto, lo anotó para no olvidarlo, tiene todo y lo coloca en la medida justa, llama al flojo de su hijo para que pruebe la comida y este la encuentra exquisita.
Como es costumbre, ella no se sienta a comer cuando todos se reúnen en la mesa, pero eso nadie lo nota, siempre come sola en su cocinita. Prende su pequeño televisor de 7”, quizá la única alegría de los últimos años, hay un interesante documental y ¡oh! casualidad es la continuación del que estaba mirando ayer, “Todo lo que usted debe saber ante los venenos”.

Al escuchar las voces que se quejan de dolor, Laura esboza su ultima hermosa sonrisa...


Fin.
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