La primera vez que le sucedió pensó que soñaba, esperó y nada sucedió, su cuerpo inánime y ella observando todo alrededor sin poder emitir palabra, más tarde cayó en un profundo sueño y al despertar aquella experiencia pasó a ser solo un vago recuerdo de un sueño difícil.
Miranda vive sola en la capital, sus padres la enviaron a estudiar allí deseándole un mejor futuro y con el tiempo se acostumbró a la soledad. Se recibió de administrativa, comenzó a trabajar y nunca regresó a su pueblo natal. El tiempo pasó, los hombres también, pero ninguno se quedó, ahora sola con su gato, mira la televisión y ríe alegremente con las morisquetas de un personaje conocido.
El jueves volvió a suceder, no había tenido esta sensación desde la adolescencia, pero como un torrente los recuerdos volvieron y el espanto se hizo presente. Totalmente consciente de su alrededor puede escuchar el ronroneo del gato que duerme a sus pies, intenta moverse, pero es imposible, quisiera emitir algún sonido, pero ningún músculo responde, de pronto su mano reacciona, esperanzada concentra toda su energía en ella y se aferra al borde de la cama, da un tirón, su cuerpo inánime cae al piso y al fin se reanima.
Viernes, un día más que pasa normalmente, había quedado en juntarse con una amiga, pero por cosas del destino ella no llega, hubiera querido contarle la anécdota, pero ya era tarde, estaba nuevamente en su casa, sola con su gato. Llama por teléfono a alguien que no contesta, las horas pasan y a diferencia de otros días preferiría no acostarse, teme lo que pueda suceder.
Sin embargo, el sueño llega y como no fue a su cama queda dormida sobre su viejo sofá.
Sábado, sus ojos abiertos contemplan un libro tirado, incapaz de moverse siente su orina correr entre las piernas, lloraría, pero no hay lágrimas.
Domingo, el hambre, su estómago se retuerce, suena el teléfono. La desesperación ha pasado, llega la noche y ella espera, nadie llega. El gato rasguña una puerta, pero nadie lo escucha.
Lunes, martes…
Alguien en el trabajo se preguntó por qué no llegaba, llamaron una, dos, tres veces y no llamaron más. Una amiga fue a verla, nadie abrió y se fue.
Nadie más llegó, al menos no a tiempo.
Miranda vive sola en la capital, sus padres la enviaron a estudiar allí deseándole un mejor futuro y con el tiempo se acostumbró a la soledad. Se recibió de administrativa, comenzó a trabajar y nunca regresó a su pueblo natal. El tiempo pasó, los hombres también, pero ninguno se quedó, ahora sola con su gato, mira la televisión y ríe alegremente con las morisquetas de un personaje conocido.
El jueves volvió a suceder, no había tenido esta sensación desde la adolescencia, pero como un torrente los recuerdos volvieron y el espanto se hizo presente. Totalmente consciente de su alrededor puede escuchar el ronroneo del gato que duerme a sus pies, intenta moverse, pero es imposible, quisiera emitir algún sonido, pero ningún músculo responde, de pronto su mano reacciona, esperanzada concentra toda su energía en ella y se aferra al borde de la cama, da un tirón, su cuerpo inánime cae al piso y al fin se reanima.
Viernes, un día más que pasa normalmente, había quedado en juntarse con una amiga, pero por cosas del destino ella no llega, hubiera querido contarle la anécdota, pero ya era tarde, estaba nuevamente en su casa, sola con su gato. Llama por teléfono a alguien que no contesta, las horas pasan y a diferencia de otros días preferiría no acostarse, teme lo que pueda suceder.
Sin embargo, el sueño llega y como no fue a su cama queda dormida sobre su viejo sofá.
Sábado, sus ojos abiertos contemplan un libro tirado, incapaz de moverse siente su orina correr entre las piernas, lloraría, pero no hay lágrimas.
Domingo, el hambre, su estómago se retuerce, suena el teléfono. La desesperación ha pasado, llega la noche y ella espera, nadie llega. El gato rasguña una puerta, pero nadie lo escucha.
Lunes, martes…
Alguien en el trabajo se preguntó por qué no llegaba, llamaron una, dos, tres veces y no llamaron más. Una amiga fue a verla, nadie abrió y se fue.
Nadie más llegó, al menos no a tiempo.
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