Creencias

- Papá ¿dios existe?
Juan miró a Francisco su pequeño de cuatro años y le dijo que sí, que dios estaba en todo y en todos, lo abrazó y entraron a comer los scones que mamá había preparado.

Ellos eran felices, tal vez más de lo que la mayoría de las personas lo son, seria quizá la alegría de Mara la esposa de Juan o la inocencia de Francisco su hijo, vivían ajenos a los conflictos del mundo, contemplando el día a día, saliendo adelante con los problemas cotidianos sin afligirse, pensando siempre más allá, en el resultado final. Lo tenían todo, tenían amor.

La primera confesión

- Perdóname Padre pues he pecado
- Dime hijo ¿qué has hecho?
- He hecho aquello que prohibiste
- Y ¿porque lo has hecho?
- Porque prefiero la muerte a la eternidad sin ella
- Y dime hijo ¿Qué te hace pensar que estarás sin ella en la eternidad?

El Cerro

Lo sintieron pasar cerca, pensaron que se trataba de un gato montés, de un perro, tal vez.

Hacer Trekking en el cerro es una costumbre común, los senderos han quedado marcados por los caminantes que durante años recorren los mismos caminos.

Aquella mañana Alfredo y Carlos salieron temprano, el sol despuntaba sobre el cerro y ellos tenían listos sus bolsos para la nueva expedición. Las casas de ambos están a los pies del cerro, vecinos, amigos desde pequeños, no guardan muchas diferencias excepto un año de edad. Alfredo es mayor y él va al frente.
Dos horas de caminata y como buenos deportistas se detienen a contemplar el paisaje y fumar un cigarrillo. Alegres, joviales, se ríen de cada palabra. De repente, algo llamó la atención de Carlos, un ruido, algo pasó cerca, pero no lo vio.

El Amor

Andrés tiene cinco y es su primer día de clases, la sala está iluminada, llena de colores y más allá una niña que se llama Ana.

Están ya en primer grado, el guardapolvo ha dejado de ser blanco, Andrés se cayó, dio media voltereta tras pisar sus cordones que todavía no aprende a atar. Intenta hacer un súper nudo para volver a jugar, Ana lo ve, se acerca y sin mediar muchas palabras terminó atando los zapatos de Andrés, quien corriendo feliz regresa a jugar.

Mañana es el cumpleaños de Ana, están en cuarto grado, Andrés recuerda la cajita que usaba para guardar los tesoros de sus muñecos, la había encontrado tiempo atrás y ahora le encontró un propósito, se la regalara a ella, para que no se olvide de él.

Andrés tiene catorce y va a la secundaria, podría ir en bus, pero va a pie, en el camino se encuentra con una amiga, Ana, van al mismo colegio, pero en distintos cursos. Charlan de música y él dice escuchar lo mismo que ella (aunque en el fondo ambos saben que no es así), Ana sonríe y le recomienda unos grupos, Andrés no lo duda, hará todo el esfuerzo necesario para que le gusten esos temas, de ese modo tendrá nuevas excusas para hablar con ella.

Ana tiene veinte y está trabajando en un restaurante, Andrés entra de casualidad, se ven después de varios años, pero esta vez es distinto, Andrés nunca le dijo pero Ana sabe y no vuelven a separarse.

Como mantener la relación treinta años después, Andrés mira a Ana que paciente lava los platos, ella dejó de lado la pintura por él y él dejó de lado el fútbol, piensa y sonríe, mira las manos de Ana y recuerda esas manitos suaves que tomaron las suyas hace ya, tanto tiempo. Cómo sorprenderla, cómo enamorarla otra vez, piensa él, cómo evitar el tedio de la rutina, sabiendo que se conocen hace ya, tanto tiempo. Ella lo mira y sin que él diga nada le dice "sólo te pido que me escuches".

Ana tiene ochenta años, hace dos que murió Andrés, ella está triste, pero algo muy adentro le dice que no se encuentra sola.

Andrés la mira y enamorado como siempre, la espera.

Fin, tal vez...

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Los cuentos

Mamá nos trajo historias del campo, fabulas de animales y cuentos de seres imaginarios. Nosotros crecimos escuchándola y como es lógico, nunca creímos una palabra de lo que nos decía, solo eran cuentos, después de todo, en medio de la ciudad y gracias a la televisión e internet, ya no existe espacio para la imaginación y mucho menos para las supersticiones.

Esto sucedió cuando tenía quince años aproximadamente, una mañana mi hermano me llamó al patio para ver algo que llamó su atención.

Hacía poco que los pinos habían sido talados, ahora el paisaje era amplio y veía desde mi ventana hasta la calle, cuando niños, vivíamos en una pequeña casa con techo de planchas de cartón negro, hecha de madera y en un enorme patio que cubría toda una manzana, y en la cual, solo había dos casas la nuestra y la de los dueños del terreno.

Esa mañana, a los pies de los de los pinos cortados había una especie de masa de color amarillo, expedía un fuerte olor a azufre y como un relámpago recordé algo que me había dicho mamá, corrí hasta la casa y busqué sal. Mi hermano miró azorado mi emoción, me vio cruzar cien metros en menos de diez segundos con una caja de sal en la mano, en ese momento puse a prueba el cuento y funciono. Tracé en la masa una cruz con sal y ante nuestros ojos la magia se hizo, la masa desapareció y se convirtió en sangre o algo muy parecido. No podía creerlo. Eso significaba según los cuentos que un brujo andaba cerca.

Pasó un tiempo, un año tal vez, la historia era eso, solo una historia, pero una noche algo pasó.
La ventana de nuestro dormitorio daba a una improvisada quinta que habíamos hecho en familia, para evitar la entrada de los perros, habíamos puesto un cerco con un pequeño portoncito. Era de noche y unos pasos me despertaron, no venían del suelo sino del techo y daba la sensación de que alguien corriese sobre él. Me levante apresurado y armado con una escoba de paja me dispuse a salir a ver de qué se trataba, entonces, en la quinta se escuchó un fuerte sonido como si una bolsa de papas hubiese caído desde el techo. Corrí hacia la quinta y al abrir el portón un enorme perro negro se quedó mirándome, no intentó atacarme, pero mi reacción fue golpearlo con todas mis fuerzas partiendo en dos la escoba sobre su espinazo, el perro no se quejó, salió corriendo por el portón.

Al contarle la historia a mi madre me dijo que la próxima persona que viera y que se quejase de dolor de espalda era seguramente “el brujo". Dicen que los malos espíritus solo entran en tu casa si los invitas. Desde hacía unos dos años al barrio había llegado un hombre, solo recuerdo que fumaba mucho y que al día siguiente de lo que me pasó le dolía mucho la espalda.

Un día lo invité a casa a jugar a las cartas, al llegar a la puerta no cruzó el umbral dijo que había olvida
do algo y nunca más lo vi. Ese día, sobre la entrada detrás de la puerta había puesta una tijera en forma de cruz, por si acaso, los cuentos dicen que espanta a los brujos.

Fin. Tal vez...
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El barrilete

Te acordas Manu, cuando tenías cinco, el color verde del pasto, el azul del cielo, era hermoso, ¡te acordas!
Nuestras carreras en la plaza jugando a la mancha, que lindo que era sentir el viento en el rostro jugando en los columpios, sentir el dolor en los tobillos cuando nos dábamos porrazos.

Te acordas cuando me invitaste a remontar volantines y el hilo se cortó y vimos desaparecer a lo lejos nuestros cometas, me dijiste que así también volaríamos los dos.

Te acordas cuando crecimos, cuando me preguntaste si quería ser tu novia, ¿novia? qué extraño suena hoy, te acordas de las caricias, cuando hacíamos el amor...

Te acordas Manu aquel hermoso lugar donde nacimos y que años después nos vio partir, quién diría que iba a desaparecer.

¿Recuerdas la tierra?, qué raro es saber que ya no existe.

¿Te acordas Manu, cuando éramos humanos?

Manu quiso recordar, pero el tiempo era indefinido, en su incorpórea forma albergaba todos los conocimientos existentes y, sin embargo, no recordaba esa vida, tampoco recordaba esa forma que desde el principio de su existencia viajaba a su lado.

No recuerda pero finge, porque sabe que ella es más feliz así.

Fin, tal vez...

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El bus de la 6:00

Don Felipe:

Debido a la amistad y confianza que ha puesto en mí, tras haber renunciado no podía irme sin darle a conocer mis verdaderos motivos, los cuales confío usted sepa reservar.

Quiero dejar constancia de los hechos vividos estos últimos días, dado a que lo ocurrido ha perturbado totalmente mi juicio, por ello he preferido dimitir de mi cargo.

Hace un mes como usted sabe, llegó la paciente Ana González de 19 años. Internada, por sus padres, esta muchacha en su fase activa fue diagnosticada con esquizofrenia (si bien, no se ha identificado aún como se ha desencadenado en la fase prodrómica), debido a las alucinaciones visuales complejas que sufre, en las cuales asegura mantener relaciones con un ser imaginario. Hasta aquí nada inusual, se le recetaron los antipsicóticos comunes, se la mantuvo en observación y se siguió el procedimiento habitual.

La paciente mostró cierta mejora, sin embargo, digo “cierta” porque en realidad más allá de este ser imaginario, ella poseía toda su lucidez e incluso llegó a reconocer que la persona a la que se refería era una alucinación, lo cual, ciertamente podía ser un artilugio para permitir su salida del hospital psiquiátrico.

La interna como parte de la terapia me relato su historia, la cual, comentare brevemente:
Recién egresada del Instituto Administrativo consiguió el puesto de secretaria ejecutiva en la ciudad de Villarrica, residente en Temuco y sin ánimo de trasladarse a vivir a dicha ciudad, aceptó el trabajo, lo cual, implicaba el traslado diario de un lugar a otro en la línea Nº 10 de microbuses con una tardanza de dos horas aproximadamente (me es necesario detallarlo para que comprenda la veracidad de lo relatado). En sus primeros viajes no hubo nada fuera de lo normal, hasta que en la segunda semana conoció a un muchacho de nombre Oscar.
Ella solía tomar la locomoción en el paradero de Avenida Caupolicán, a esta hora como es de imaginarse, es escasa la cantidad de pasajeros, sin embargo, siempre hay una importante cantidad de asientos ocupados, los cuales, hacia el final de su recorrido se llenan en su totalidad; por comodidad, principalmente en la bajada, Ana regularmente ocupaba el asiento justo en frente a la puerta trasera del bus. El día que lo conoció, según lo relatado, despistada casi se sienta en las piernas de Oscar, ya que por reflejo iba directo hacia el asiento de costumbre guardando las moneditas del vuelto en su monedero, cuando un joven de su edad con voz grave la detuvo sonriendo.
Oscar según ella tiene el cabello oscuro, pómulos altos y ojos marrones, mirada penetrante, buen físico, mide aproximadamente 1,70 y pesa 70 Kg.; Culto en sus expresiones y simpático. Con el tiempo se convirtió en el compañero infaltable de sus mañanas. En síntesis, viaje va, viaje viene, charla va, charla viene, ambos se enamoraron y mantuvieron esta relación durante casi tres meses.

Hasta ese momento parece una historia común el problema es que Oscar, no existe, o por lo menos eso creí yo. Después de tener en mi poder los datos brindados por la paciente, accedí a entrevistar a los padres como parte de la terapia y ellos me contaron con tristeza lo sucedido a su hija. “Oscar Valdez era un muchacho de 23 años, quien viajaba en la línea Nº 10, junto con Ana, hasta que un día inexplicablemente desapareció. Ana incapaz de aceptarlo lo recreo en su mente y según ella, él aun la acompañaba en el bus todos los días a las seis de la mañana.” Los padres si bien sabían del novio de la hija, se enteraron de su inexistencia por los comentarios de la gente, dado a que aparentemente, la pasajera mantenía conversaciones con el aire.

Hasta aquí todo corroboraba nuestro diagnóstico, algo me impulsó a averiguar un poco más, así que me dirigí al registro civil y nuevamente el tal Oscar ni siquiera figuraba en las actas de nacimiento. No existía o no era de este país, accedí a través de un amigo a los informes comerciales de las empresas de la Araucanía y jamás ha realizado una compra, no tiene previsión y sin antecedentes es un completo fantasma. Esto también indicaba que la versión de los padres había sido producto de las invenciones de la hija.

Antes de ayer por encargo de la institución debí realizar un viaje a Villarrica. Hoy puedo definirlo como curiosidad, no realicé el viaje en mi coche, ni tampoco en los buses con los cuales la empresa tiene convenio. Así, opte por esperar en Caupolicán con Montt los microbuses interregionales.

A las 5:30 ya estaba en el paradero, siguiendo una secuencia predefinida 5:59 y el primer transporte que diviso es el bus de la línea n° 10. Al subir, instintivamente mire hacia los asientos del fondo esperando racionalmente no ver nada y así fue, de hecho, había cuatro o cinco pasajeros sentados. Sin más razones que las del inconsciente, ocupe el mismo asiento que ocupaba Ana todos los días para viajar a su trabajo.

El microbús arrancó, pensé en cerrar los ojos y descansar hasta finalizar el recorrido, pero algo pasó, en el próximo paradero nos detuvimos, observé por la ventana de la puerta trasera y noté a una muchacha idéntica a Ana González. Esto era imposible, la paciente hasta el día de la fecha ha permanecido recluida en el hospital y todavía no se le ha dado el alta. Ella alzaba su mano despidiendo a alguien alegremente, yo no pude dejar de mirarla buscando algún rasgo que la diferenciara de la joven internada.

El microbús partió nuevamente y al perderla de vista, volví la mirada hacia el pasillo, me llamó la atención un muchacho que se acercaba, se adecuaba a las características que detalló Ana. Él me miró, sonrió y me dijo “Doctor, Ana me ha hablado de usted, yo soy Oscar”…

Fin, tal vez...
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Deja vu

Ayer un hombre despertó, otra vez, la misma cama, la misma almohada, el mismo techo. Se levantó, misma rutina, fue al baño, hizo sus necesidades, se bañó, cepilló sus dientes. Desayunó diez minutos.
Mira su hogar vacío con la sensación de olvidar algo, pero no, cerró y se fue, subió a su auto y se fue al trabajo.

El pozo

-Álvaro despierta, Álvaro -dijo María asustada, mientras le tironeaba del pijama.
-Qué pasa, qué… -contestó él, que despertaba de golpe, no por los tirones sino por los sonidos que provenían desde fuera de su casa.

Álvaro y María eran una joven pareja, tenían una hija y por esas cosas de la vida, les costó años comprar su casa. Su casa nueva no era grande, constaba de dos piezas, el baño, la cocina, un pequeño patio y como no tenía galpón, había una pequeña bodega debajo de la casa que se usaba como leñera. Llevaban dos días en la casa y por la pereza de Álvaro nunca revisaron el lugar; desde fuera no parecía prestar mayor importancia, sin embargo, esta noche la tenía.

Los sonidos que se escuchaban provenían de la pequeña bodega, era como si alguien tratara de salir; Álvaro se vistió en un santiamén

-María toma a la beba y enciérrate en el baño, lleva el teléfono que yo te aviso si hay que llamar a la policía
-Tené cuidado Álvaro… Álvaro mejor quédate conmigo y llamemos a la policía.

Álvaro la miró con cariño, los ruidos eran cada vez más fuertes, le dijo que no se preocupara y salió de la habitación, tomó lo primero que encontró en el camino pretendiendo golpear a lo que fuera que provocara el ruido. Así, armado con un sartén corrió hacia la puerta. La leñera había estado cerrada desde que él conoció la casa, no usaba leña, así que no la había revisado, las personas que habían vivido antes se habían ido hacía dos años y cuando él llegó, lo único que hizo fue ponerle un candadito al viejo portón de madera.

Casi al llegar, vio el portoncito volar por el aire, un hombre salió con todo el aspecto de un vagabundo, con ropas andrajosas, el cabello largo, sucio y una barba abundante, se detuvo y miró a Álvaro, estaba amaneciendo.

-¿Qué hace ahí? -dijo Álvaro alzando el sartén en gesto amenazante.
-Usted no sabe, no entendería, no me creería…

Álvaro confundido dio un paso y miró hacia la leñera, vio un niño, no parecía asustado, y sin embargo, el pequeño corrió hacia dentro desapareciendo en la oscuridad de la bodega, el viejo que había permanecido inmóvil, ahora salía corriendo en dirección contraria, atemorizado, horrorizado por algo, Álvaro quiso perseguirlo, pero pensó en el niño, entonces se acercó a la ventana del baño y llamó a María.

-María, me escuchas.
-Sí, ¿qué pasó?
-No sé, llama a la policía, un viejo y un chiquitito estaban encerrados en la leñera y querían salir, el viejo se fue corriendo, pero dejó al nene.
-No te puedo creer, ¿qué vas a hacer?
-Voy a sacar al nene que se escondió de nuevo.
-Álvaro, mi amor, ten cuidado.
-No te preocupes, vos llama, yo voy a ver al chiquito.

Álvaro se metió en la leñera, para su sorpresa, esta no media más de un metro de ancho y unos tres metros de profundidad, no había nada. A simple vista unos palos apilados contra el muro derecho y nada más, era imposible que el niño hubiese salido, él había estado pendiente todo el tiempo, se metió, no podía ver mucho, tanteo las paredes y al llegar al final cayó de bruces, un pozo.

Cuando despertó olió algo putrefacto, no veía nada, no escuchaba más sonido que su respiración, gritó, pero nadie lo escuchó.

Al llegar la policía, interrogaron a María, revisaron la leñera, como no vieron nada, le dijeron que se quedase tranquila que buscarían a su marido, que seguramente había salido detrás de los forajidos.

María y su niña quedaron solas.
Con el tiempo clausuraron la entrada a la leñera y la casa se puso en venta, otra vez.

En la oscuridad un niño sonríe...

Fin. Tal vez...





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Ping pong

Cuando era joven solíamos subir la montaña en busca de aventuras y nuevos caminos, por lo general, nuestras travesías eran un ritual de a dos, mi hermano y yo, sin embargo, no faltaba el buen amigo que se animaba y nos acompañaba.

Un día Nico fue con nosotros, se nos ocurrió subir el cerro Ventana, si bien, no es el cerro más elevado ni el más difícil de escalar puede volverse toda una travesía cuando no se sigue el camino correcto y se toman los atajos más largos posibles.

Mi hermano iba al frente, Nico y yo lo seguíamos, habíamos partido tarde, como a las diez de la mañana, el sol parecía indicar buen clima. De pronto a mitad de camino Fede (mi hermano), se detiene me mira, mira a Nico y pregunta “¿alguno se acordó de la carpa?”, nosotros nos miramos y supongo que pensamos que él era el responsable de esas cosas yo llevaba las cartas y Nico el mate, Fede se dio vuelta y continuó camino, “cuando estas a la mitad, lo mejor es continuar” dijo.
Llegamos al cerro como a la una de la tarde, desde abajo se veía enorme, comenzamos a subirlo siguiendo un camino marcado, sin embargo, gracias a la sabiduría de mi hermano tomamos un atajo y en vez de seguir la senda nos dirigimos cuesta arriba en línea recta hacia lo más pedregoso del cerro. Nos tuvimos que detener a razón de diez pasos, nuestros pies se hundían en el polvo y se llenaban de piedrecillas nuestras zapatillas (que por otro lado no eran las indicadas para subir una montaña); Terminamos de subir como a las siete de la tarde, una vez arriba, todo el cansancio pasó, la serenidad se apodero de nosotros y por un momento ninguno dijo palabra, simplemente, contemplamos lo magnifico, el paisaje desde las alturas.
Mi amigo y yo, decidimos ir a buscar leña para el fuego, mientras, Fede intentaba fabricar una rustica carpa para pasar la noche. Conseguir leña no fue difícil en el lugar había mucha madera seca, árboles quemados, seguramente por la ultima sequía. Aprovechamos a recorrer las laderas mientras fumábamos un cigarrillo.
El sol se escondió temprano, tomamos mate, comimos carne asada, contamos chistes y después nos quedamos panza arriba mirando las estrellas. Fede empezó a bromear sobre que algo no andaba bien con algunas de las luces que se veían en el cielo y en efecto había algunas que se movían por voluntad propia, a lo cual, Nico dijo, que seguramente se trataba de satélites rusos.
El fuego duro poco, porque era poca la leña que habíamos juntado, nos metimos en la carpa (era la frazada de Nico) que estaba sostenida entre dos pequeños árboles, mi frazada estaba en el piso y la bolsa de dormir de Fede nos tapaba.

De pronto a medianoche un fuerte resplandor acompañado de un crujido en la tierra nos despertó, era como, si por unos segundos hubiera sido de día, después se levantó un fuerte viento que hizo volar cerró abajo la frazada de Nico y así, de la nada, comenzó a nevar, Fede nos gritó “agarren las cosas que nos  vamos a refugiar”, la oscuridad y la densidad de la nieve no nos permitían ver más allá de dos metros, yo seguí a mi hermano y cerca de una roca encontramos un pequeño recoveco, “acá entramos todos” dijo y entonces, otro golpe de luz nos encegueció; Cuando abrí los ojos vi a Fede que me miraba de frente con cara de pánico, me pregunto ” ¿y Nico?”, Nico no estaba, empezamos a gritar pero no contestaba, quise salir a buscarlo pero Fede me detuvo, me dijo que era en vano, que, si no nos escuchaba era porque no estaba cerca. Otro relámpago de luz y de pronto quede solo, Fede y Nico no estaban, grite, pero no contestaron…
Pasó un rato, Nico tocó mi espalda y me dijo “pensé que te había perdido”, entonces, del medio de la oscuridad apareció Fede retándonos a ambos por habernos apartado de él. Cuando nos encontramos los tres dejó de nevar, el viento se calmó, las estrellas desaparecieron y la oscuridad fue total.

Entramos en el recoveco que habíamos encontrado, entrábamos los tres, pero nuestras piernas quedaban fuera, así sin poder dormir, pasamos el resto de la noche en silencio.


Mi hermano asegura que los desaparecidos fuimos nosotros y según Fede él nunca se movió y no nos escuchó gritar.

Al amanecer, apenas se asomaba el sol, vimos a cinco metros una enorme cueva, que, sin duda, nos hubiese hecho pasar una mejor noche, nuestro ánimo había cambiado, tomamos nuestras cosas y regresamos a nuestras casas.
No estábamos preparados para la nieve y la nieve con el polvo se hizo barro. Llegamos antes de lo esperado a nuestras casas y completamente sucios.

No hablamos del tema hasta mucho tiempo después, todos sabemos que algo extraño pasó aquella noche, no sabemos ¿qué?, sin embargo, los tres coincidimos en la misma historia final, la cual, sucedió después de volver:

Cuando me bañe mire mí estómago y a la altura del apéndice había aparecido una cicatriz redonda del tamaño de una pelotita de ping pong, Fede y Nico también la tienen, pero ninguno de los tres recuerda ¿cómo o en qué momento apareció?…


Fin. Tal vez...
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Escape - getaway

Cuando nos atraparon en 1980 quedamos incomunicados del mundo. Muy pocos sabían de nuestra misión. La infiltración desde el principio salió mal, el tiempo inclemente, el equipamiento incorrecto, los superiores inexpertos. Sabíamos que cruzar la cordillera, por el estrecho más corto, también significaba atravesar el lugar más difícil, lo que no sabíamos era que ese, sería el último lugar que veríamos.

Lo que recuerdo es el insoportable frío de la prisión, la escarcha transparente que se observaba desde mi posición en el suelo.
Ese día había dormido poco, el frío no me lo permitía, me hacía tiritar. Recostado en el suelo miraba mi mano inerte, producto de la gangrena que se dispersaba lentamente por mi brazo. Debo haber permanecido allí unos pocos días, claro, que en mi situación fueron días eternos, no dormía bien, tenía hambre y solo nos alimentaban una vez por día con una especie de engrudo. Nunca creí que él llegara hasta allí para rescatarme, no creí que nadie llegara.


Fue como a las siete de la mañana, recién salía el sol, un fuerte impacto me sacudió, escuche los disparos y después una voz conocida que me decía que me alejara de la pared, un segundo impacto hizo volar los ladrillos, en medio del polvo y el humo apareció una mano salvadora, era mi hermano, venía a rescatarme, a liberarme.
Me tomó del hombro y entre disparos y el fuerte sonido de la alarma nos alejamos. No me había dado cuenta de que él estaba mal herido hasta que llegamos al puente que nos separaría, “corre hermano, corre”, me dijo.
Crucé lo más rápido que pude y al mirar atrás, ya no lo vi. Él hizo volar el puente, los balazos se dejaron de escuchar. Ahí quede yo, solo, en silencio, con el frío de la nieve y con su sangre en mis manos.

Todavía me pregunto si lo abran atrapado, si estará vivo, pero peor aún, lo que me atormenta cada día es que no puedo dejar de pensar si ¿él esperara por mí?



Fin.
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When they caught us in 1980 we stay cut off from the world. Very few knew of our mission. Infiltration went wrong from the beginning, inclement weather, improper equipment, inexperienced superiors. We knew that crossing the mountains by the shortest narrow also meant through the most difficult of all, but we did not know that this would be the last place we would see.

What I remember is the unbearable cold of the prison, the transparent frost that watched from my position on the floor.

That day had slept little, the cold did not allow me, it made me shiver, lying on the floor looking at my limp hand, due to gangrene dispersed slowly down my arm. I must have stayed there a few days, of course, in my situation were eternal days, I was not sleeping well, I was hungry and they fed us only once a day with a kind of glue. I never thought he arrived there to rescue me, I never thought anyone could come.

It was about seven o'clock in the morning, just the sunrise at the horizon, a strong impact shook me, I heard the shots and then a familiar voice telling me to stay away from the wall, a second impact broke the bricks, in the middle of the dust and smoke, a savior appeared, it was my brother came to rescue me, to free me.

he took me by the shoulder and between shots and the loud sound of the alarm we move away. I had not realized that he was badly hurt until we got to the bridge that separate us, "brother runs, runs," he said.

I cross as fast as I could, and looking back I could not see him. He blew up the bridge, the shots are stopped listening. I stay there, alone, in silence, with the cold snow, and with his blood on my hands.

I still wonder if, they caught him?, if he still is alive?, but even worse, I can't help but wonder if, will be waiting for me?

Volar por siempre juntos

“No quiero perderte nunca” le dijo Jimena a Marcos, él sonrió.

Tenían 16 y 17 años, se conocían hacia poco, pero el amor era intenso, eterno.



Él era músico, ella una idealista; El tiempo los separó, Marcos viajó a la capital en busca de sus sueños y ella lo esperó, como quien espera la primavera, pero las estaciones pasaron y él no regresó.

Los años pasaron, envejecieron, pero nunca olvidaron aquel amor. Marcos volvió con el tiempo, las calles eran las mismas, la gente igual, sin embargo, él había cambiado, por lo tanto, a sus ojos todo había cambiado. Ella no estaba, alguien le contó que terminó la universidad y se fue. Él tenía veinticinco años, cien romances y un solo amor, que ya no estaba. Haberse marchado forjo su destino se convirtió en lo que estaba destinado a ser, pero no era feliz, ¿qué hubiera pasado si…? se preguntaba una y otra vez, el tiempo continuó.

Llegaron los treinta de Marcos, daría un concierto y era hora de las entrevistas, nada anormal para un artista, un poco de promoción, una que otra sonrisa a las cámaras, nada más. Las preguntas comenzaron y una de ellas detuvo su corazón, ¿cuéntanos Marcos que pasa con el amor?, diez años habían pasado desde que había escuchado por última vez esa voz, se levantó y buscó rápidamente con la vista aquel rostro, miró a la señorita y era ella, era Jimena, después, solo atinó a responder “Jimena te amo”.

Jimena era reportera, los últimos años los había pasado lejos del hogar, conociendo el mundo, extrañando, queriendo volver.

Un año más tarde se casaron, los niños llegaron, el círculo estaba completo.

El tiempo pasó y ellos siempre de la mano, Jimena mañana cumple cincuenta, él la miró y le dijo “no quiero perderte nunca”, ella sonrió.


Fin. Tal vez...
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Las hormigas

“Este fin de semana se suponía que iba a descansar, mi familia viajó y quede soltero de mini vacaciones, lo único que había planeado era ir a jugar futbol el domingo y después tirarme en la cama a mirar películas de kung fu.

Pero no, ya casi no puedo respirar, se están metiendo en mi garganta, malditas hormigas. Qué tontería, quien me mando a mí, a sacar la araña con las manos, el bicho me salto en el cuello y con el susto me pegue un tremendo golpe en la cabeza. ¿Por qué no desinfecte la casa, por qué no tire veneno?, esa puta costumbre de respetar a todos los bichos vivos. Acá tengo por ecologista, esto es lo que me toca, ser devorado vivo.”

La bicicleta

Pedro siempre quiso una bicicleta, ya desde pequeño corriendo con los pies descalzos, sentía el aire en su rostro imaginando que andaba a toda velocidad en una.

Sin embargo, Pedro creció solo, sus padres lo abandonaron o quizá murieron, él nunca lo supo. La calle fue su hogar y crecer así lo marcó de cicatrices en el alma y en el cuerpo.

El tiempo pasó y su pobre condición nunca le permitieron un lujo, pero las cosas sencillas a veces son más dichosas y así, llegó el amor, luego llegó el hijo que sería el mayor de sus orgullos. La mujer de la que se enamoró sería su luz y su esperanza, sin más herramientas que sus manos y sin más conocimientos que la distinción entre el bien y el mal, perseveró y triunfó. Educó a su hijo y le dio a su mujer el hogar que él no había tenido. Se tardó, es cierto, pero nunca cedió un paso.

Un día, ya abuelo, mientras buscaba un regalo, miró al cielo y recordó a aquel niño que corriera descalzo.

Mañana será el cumpleaños de Pedrito su nieto y compró para el niño esa bicicleta que él siempre había soñado tener.

El día del cumpleaños todo marchaba con naturalidad, Pedrito cumplía diez años y después de la torta llegaba la hora de los regalos. Alejandro, el hijo de Pedro detuvo el cumpleaños y llamó a su padre. La casualidad no existe, Alejandro y Pedrito tenían un presente para el abuelo, salieron todos juntos al patio y allí estaba una hermosa bicicleta, Pedro era un hombre duro, hecho a la antigua, no se permitía demostrar sus emociones, pero ese día tomó a Pedrito en un brazo y con el otro abrazó a su hijo y lloró de alegría, porque a veces, una sonrisa no es suficiente.

Algunos cuentan que, en las tardes, en la plaza del barrio, se puede ver a un sonriente muchacho enseñándole a su abuelo a andar en bicicleta.

Fin.

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¿Quién sabe?

- ¿Realmente quieres recordar todo? –Pregunto Gustavo mientras daba vuelta la hoja a su libro-
- Claro, seria genial poder evocar cualquier recuerdo en cualquier momento. –Contestó Laura mirando por la ventana.
- No lo sé, si fuera necesario recordarlo todo, seguramente nuestro cerebro ya habría encontrado la manera.
-No lo creo, hasta este momento de la historia, nunca había existido tanta información y tanta exigencia… tanto como decirlo…
- ¿tantas materias en el colegio?
-Sí, además de eso -sonrió Laura.


Laura tenía quince años cuando le planteo esta idea a su tío y desde entonces, estuvo obsesionada con la idea de explotar al máximo la capacidad cerebral.

Ella ahora tiene treinta y dos años, hace tres años que se encuentra internada en el “Juan Bello”, institución mental, pabellón dos de psiquiatría, al fin después de tanto ensayo y error lo consiguió… El problema es que su único paciente de prueba siempre fue ella. Hoy recibe visitas:

- ¿Cómo estas hoy? -pregunta el tío Gustavo, con cara de tristeza y sin esperar respuesta porque sabe que las paredes no responden.
Ella no contesta, no puede o no quiere, siente, tal vez, que ha respondido 20.332 veces la misma pregunta y al tío Gustavo 827 veces.

La capacidad de percibir el presente como tal se anuló, las percepciones para ella son un cúmulo de percepciones y eternas repeticiones. Sí lo recuerda todo, cada sensación, cada mosca que se ha posado sobre el pan que no come, puede repetir un día y demorarse dos días enteros en describirlo, superponiendo continuamente el presente y el pasado.

Preferiría no recordar tanta banalidad.

Fin, tal vez...
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Las llaves


Después de lavarse la cara, el día se veía más claro, no tenía ganas de cepillar sus dientes, así que no lo hizo. Desayunó café negro, un pan con mortadela y estaba listo para salir al mundo. Tenía todo, los pasajes, el dinero, había pensado, creía, en todo, este viaje sería perfecto.

Persecución

De un tiempo hasta hoy, durante las noches he soñado que alguien me visita, rodeado por la oscuridad se presenta como un extraño, siento deseos de despertar y de no enfrentarme a él. No quiero escucharlo.

Una visita inesperada

Helena se despertó temprano, miró a su costado y una sonrisa se dibujó en su rostro, besó a Pablo su esposo y se levantó corriendo a despertar a sus hijos para enviarlos al colegio.
Preparó rápidamente el desayuno, leche con cereales para todos, hasta el gato vio su plato llenarse de dicho manjar.
Pablo da vueltas en la cama, hoy tiene franco y no planea levantarse hasta el cansancio, lo cual, inevitablemente llega, junto con un fuerte dolor intestinal, obligado a ir al baño se resiste, y cierra los ojos dos minutos más.

Se levanta sonriendo, besa a su mujer y abraza a cada uno de sus hijos, se sientan, desayunan juntos y quince minutos después llega el transporte. Pablo acompaña a los niños hasta el furgón escolar, los abraza, les dice que los ama y se van.
Los pequeños se han ido, como al principio Helena y Pablo quedan solos. De la mano, vuelven a la cama. Tras un arrebato de pasión, se levantan a tomar mate.
Pablo pone el agua a hervir, mientras, Helena saca carne picada de la heladera para preparar el almuerzo.


Suena el timbre.

Ella va hacia la puerta, al acercarse siente el aire frío (un halo de vapor se forma cuando respira), al abrirla, queda helada juraría haber vivido este momento.

Buen día, Helena disculpa ¿te sientes bien?
Sí, no es nada, un mareo, que anda buscando contesta, casi sin preguntarse por qué aquel hombre la conocía
Ah, estoy buscando a Pablo.
Sí, ¿de parte de quién?
Del ángel de la muerte.

Helena quedó atónita, no sabía si echar a patadas al imbécil, reír, llorar, no lo sabía, y no podía hacer nada, quedó estupefacta, lo único que atinó a decir fue

Pablo te buscan.
¿Quién es?.
No sé, vení.
Si lo prefieres puedes llamarme Tártaro.
¡Pablo apúrate!.

Pablo se acercó, despeinado, en chancletas, miró de reojo al hombre elegantemente vestido.

Sí, en qué puedo ayudarle.
Vengo por ti dijo, tendiendo su mano, en gesto de saludo Mi nombre es Tártaro.
Qué tal..., Pablo al estrechar la mano del hombre sintió la sangre detenerse en sus venas.

Pablo no había despertado aquella mañana, murió en el sueño relatado, sufrió un ataque al corazón.


3ra conversación entre Pablo y Tártaro

¿Por qué?
Era tu momento
¿Y era necesaria la presentación?
Por supuesto
¿Por qué?
A todos siempre se le da una segunda oportunidad
Pero a mí no me la diste, me dijiste hola y me mataste

Tártaro sonrió, se detuvo y miró a Pablo.
Moriste, esta noche mientras dormías... Te felicito pocos hombres han cambiado su destino como tú.

Un día normal

Pablo ha despertado nuevamente tarde, debe ir al trabajo, entra a las 8:00 y son las 7:30 no llegara a tiempo, regaña contra Helena por no haberlo despertado antes, ella, por su parte, lo había despertado a las 6:00, 6:15, 6:30 hasta que consciente o inconscientemente Pablo le gritó que lo dejara en paz. Helena pre-paró los cereales, vistió y alimento a los niños. Preparó la ropa de Pablo y esperó al furgón escolar. Subió uno por uno a los niños y el furgón se fue.
Afuera un hombre de mirada penetrante la observa, parece agradable, está parado frente a la casa de Helena, ella lo mira, da media vuelta y entra en su casa.
Pablo esta apuradísimo son las 7:45, otra vez llegara tarde, y le han dicho que será la última. Sin despedirse, algo desarreglado sale corriendo de la casa y se le caen los documentos. Lo espera un hombre.

Pablo
Sí, que necesita, estoy apurado, sabe contesta sin siquiera mirar al hombre, mientras recoge los papeles tirados.
Ya no tienes tiempo Pablo.
Eso es lo que le estoy diciendo y quién es usted ¿lo conozco? entonces, lo mira, y una extraña sensación recorre su cuerpo.
Soy el ángel de la muerte, puedes llamarme Tártaro
Ja, ja, y ¡yo soy Batman!, puede llamarme Bruno, se puede dejar de embromar que estoy apurado.
Te quedan 15’, por más que te apures morirás, ahora dime ¿qué harás con ese tiempo?
Nada me… me voy, chao.

Pablo corrió hacia el primer colectivo que encontró, al alzar la mano sintió una puntada aguda en el pecho, miró alrededor, se apoyó contra una pared y murió.

1 era conversación entre Tártaro y Pablo
¿Por qué?
Era tu momento
Y era necesaria la presentación
Por supuesto
¿Por qué?
A todos siempre se le da una segunda oportunidad
Pero por qué no fuiste más... se quedó pensando y hubiese querido llorar, pero no podía  Entonces, no era mi momento.
¿mm?
Tú lo has dicho, una segunda oportunidad, tengo derecho a una
Claro, si me hubieses escuchado desde el principio.
Pero como iba a creerte, acaso tú crees que es común que alguien venga y te diga te vas a morir, te quedan 15’
Me lo han planteado, es cierto. Está bien. Veamos qué haces con tu vida.
Pero 15 minutos es muy poco, dame un poco más
Y ¿cuánto crees que es necesario? esbozando una amplia sonrisa.
Dame hasta la tarde para decirle adiós a mis niños.
—Ja, ja sonrió Tártaro— Está bien

Pablo despertó, un muchacho le tendía la mano.

¿Señor se siente bien?
Sí gracias se levantó y se fue a casa.

Tenía que cambiarse, porque estaba sucio, la caída lo había maltratado y no recordaba nada, pero algo en su cabeza le decía que debía cambiar, no sabía qué, pero debía cambiar.
Llegó a su casa, Helena estaba limpiando. Eran las 8:30, llamó al trabajo y le dijeron que no se presentara, que había sido despedido. Quebrado en su rencor, empezó a maldecir contra el mundo, contra él y contra su familia, no podría estar peor y sin embargo… algo lo detuvo, algo en lo profundo de su conciencia le decía que estaba bien, que esto, pasaría.
Helena lo miraba asustada, Pablo estaba sentado e inmóvil, ella conocía sus arranques de ira y temía su enojo. Pero Pablo no hacía nada, pensaba, llamó a Helena, la abrazó, la besó y después rompió en llanto.
El día transcurrió lento. El cambio en él era notorio, ayudaba a Helena, sonreía, y decía que en el futuro pondría su propia empresa y no se preocuparía más por el trabajo, al fin y al cabo, eso está en tercer plano. Helena pensaba que se había vuelto loco, después de todo lo habían echado del trabajo, pero al menos era un loco lindo.
Los niños llegaron, se sorprendieron al ver a papá tan temprano, jugaron, no vie-ron televisión, comieron todos juntos y después se fueron a dormir.

Pablo despertó al día siguiente temprano, no podía dormir así que se levantó, se bañó, preparó el desayuno, despertó a Helena, a los niños, desayunaron y se marchó diciéndole a Helena que la amaba y que era mejor salir temprano en busca de un nuevo trabajo.
En la esquina lo esperaba un hombre

2 da conversación entre Tártaro y Pablo

Bien por ti
—Disculpe lo conozco
—Cierto, siempre lo olvido, tú no puedes recordarme, mi nombre es Tártaro, el ángel de la muerte
Pablo quedó helado, lo miró seriamente
—Me está cargando, es una broma
No, no lo es, es hora de que me acompañes.
Acompañarlo, ¿dónde?, discúlpeme me tengo que ir.

Se dio media vuelta tomó el primer colectivo que vio, pagó, se sentó, miró por la ventana a aquel hombre que se alejaba y murió.

¿Por qué?
Era tu momento
Pero por qué así
Te dije que debías acompañarme
Y si te hacía caso a la primera, que ganaba
Quizás, nada, el resultado era el mismo.
Pero soy tan joven, no es justo, ahora que quería cambiar.
Qué no es justo, según he visto has fumado desde los doce, jamás has hecho ejercicios y desde hace años tu almuerzo lo compras en “chatarras S.A.”
Veo que estas bien informado
Claro, soy eterno, no tengo ninguna otra cosa más que hacer que contar vuestros días
Y si pido otra oportunidad
Ja, ja, ja, ya la tuviste, este último día fue un regalo para ti.
¿Qué? pero no sabia
No, no lo sabias, pero tú inconsciente hizo un gran trabajo, según yo, de tus 30 años este fue uno de tus mejores días
Con razón, me sentía tan bien quería llorar, pero algo se lo impedía. Y ¿a dónde me llevas?
A tu entrevista
¿Entrevista?
Sí, todos deben pasar por ella, sopesar sus acciones para saber a cuál de los cielos están destinados.
Quieres decir que hay varios cielos
Sí, cientos de ellos
Y el infierno
También hay cientos de ellos
No entiendo
Entenderás
Espera ¿y si me toca el infierno?
No lo creo, no has hecho nada malo, tampoco nada bueno, así que digamos "madre Teresa", seguramente te tocara un cielo menor, como el de ahora.
— ¿Quieres decir que ya estaba en el cielo?
¡Ah! vas comprendiendo, no, realmente no existen los llamados cielos o infiernos, ustedes se lo crean, no tienen memoria de quienes son y al poco tiempo se empapan de su realidad y es allí cuando eligen vivir en el cielo o en el infierno.
Quiero volver
No podes, soy tártaro no el hada de la última navidad
Quiero volver, prefiero una eternidad en el infierno, pero al menos vivir por una vez sabiendo quien soy realmente, disfrutar de todo eso, nunca disfrute.
—Nadie recuerda, no depende de mí.
Entonces, déjame intentarlo, yo sé que podré recordar, algo me lo dice. Por favor, realmente quiero volver.

Las almas no lloran, pero cuando Tártaro miró a Pablo, y por primera vez vio un alma llorar, quedó tan sorprendido que no pudo más que aceptar, pero le advirtió a Pablo que su cuerpo no aguantaría mucho y que la próxima vez, no habría modo de volver.

Pablo despertó, no recordaba nada, sin embargo, fueron los mejores tres meses que cualquier hombre pudiera haber vivido.

Fin de la 3ra conversación

— ¿Y mi familia?
Ellos vivirán espléndidamente, tu cambio produjo un fuerte cambio en ellos.
— ¿y yo?
Tú has podido seguir avanzando… hacia otra parte
¿Dónde vamos?
Al próximo cielo



Fin. Tal vez....
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