Pedro siempre quiso una bicicleta, ya desde pequeño corriendo con los pies descalzos, sentía el aire en su rostro imaginando que andaba a toda velocidad en una.
Sin embargo, Pedro creció solo, sus padres lo abandonaron o quizá murieron, él nunca lo supo. La calle fue su hogar y crecer así lo marcó de cicatrices en el alma y en el cuerpo.
El tiempo pasó y su pobre condición nunca le permitieron un lujo, pero las cosas sencillas a veces son más dichosas y así, llegó el amor, luego llegó el hijo que sería el mayor de sus orgullos. La mujer de la que se enamoró sería su luz y su esperanza, sin más herramientas que sus manos y sin más conocimientos que la distinción entre el bien y el mal, perseveró y triunfó. Educó a su hijo y le dio a su mujer el hogar que él no había tenido. Se tardó, es cierto, pero nunca cedió un paso.
Un día, ya abuelo, mientras buscaba un regalo, miró al cielo y recordó a aquel niño que corriera descalzo.
Mañana será el cumpleaños de Pedrito su nieto y compró para el niño esa bicicleta que él siempre había soñado tener.
El día del cumpleaños todo marchaba con naturalidad, Pedrito cumplía diez años y después de la torta llegaba la hora de los regalos. Alejandro, el hijo de Pedro detuvo el cumpleaños y llamó a su padre. La casualidad no existe, Alejandro y Pedrito tenían un presente para el abuelo, salieron todos juntos al patio y allí estaba una hermosa bicicleta, Pedro era un hombre duro, hecho a la antigua, no se permitía demostrar sus emociones, pero ese día tomó a Pedrito en un brazo y con el otro abrazó a su hijo y lloró de alegría, porque a veces, una sonrisa no es suficiente.
Algunos cuentan que, en las tardes, en la plaza del barrio, se puede ver a un sonriente muchacho enseñándole a su abuelo a andar en bicicleta.
Fin.
"Por favor compártelo y comenta, mil y un gracias por leer"
https://www.facebook.com/Mirson.Alejandro/
Sin embargo, Pedro creció solo, sus padres lo abandonaron o quizá murieron, él nunca lo supo. La calle fue su hogar y crecer así lo marcó de cicatrices en el alma y en el cuerpo.
El tiempo pasó y su pobre condición nunca le permitieron un lujo, pero las cosas sencillas a veces son más dichosas y así, llegó el amor, luego llegó el hijo que sería el mayor de sus orgullos. La mujer de la que se enamoró sería su luz y su esperanza, sin más herramientas que sus manos y sin más conocimientos que la distinción entre el bien y el mal, perseveró y triunfó. Educó a su hijo y le dio a su mujer el hogar que él no había tenido. Se tardó, es cierto, pero nunca cedió un paso.
Un día, ya abuelo, mientras buscaba un regalo, miró al cielo y recordó a aquel niño que corriera descalzo.
Mañana será el cumpleaños de Pedrito su nieto y compró para el niño esa bicicleta que él siempre había soñado tener.
El día del cumpleaños todo marchaba con naturalidad, Pedrito cumplía diez años y después de la torta llegaba la hora de los regalos. Alejandro, el hijo de Pedro detuvo el cumpleaños y llamó a su padre. La casualidad no existe, Alejandro y Pedrito tenían un presente para el abuelo, salieron todos juntos al patio y allí estaba una hermosa bicicleta, Pedro era un hombre duro, hecho a la antigua, no se permitía demostrar sus emociones, pero ese día tomó a Pedrito en un brazo y con el otro abrazó a su hijo y lloró de alegría, porque a veces, una sonrisa no es suficiente.
Algunos cuentan que, en las tardes, en la plaza del barrio, se puede ver a un sonriente muchacho enseñándole a su abuelo a andar en bicicleta.
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2 comentarios:
Me ha gustado. Pedia Guirre.
A mi me has recordado a mi señor abuelo. Pasaba mucho tiempo conmigo y en las noches me contaba historias de terror que se inventaba. Relato tierno, despierta emociones y valores que algunos han olvidado ya como el de mantener unida a la familia. Enseñe a mi peque, el rebelde y friki, jajaja, de los comics de Marvel a montar en bicicleta. Me has traido todas esas cosas tan hermosas que guardo para cuando sea tan anciano como el abuelo de Pedrito.
Thanks.
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