El Amor

Andrés tiene cinco y es su primer día de clases, la sala está iluminada, llena de colores y más allá una niña que se llama Ana.

Están ya en primer grado, el guardapolvo ha dejado de ser blanco, Andrés se cayó, dio media voltereta tras pisar sus cordones que todavía no aprende a atar. Intenta hacer un súper nudo para volver a jugar, Ana lo ve, se acerca y sin mediar muchas palabras terminó atando los zapatos de Andrés, quien corriendo feliz regresa a jugar.

Mañana es el cumpleaños de Ana, están en cuarto grado, Andrés recuerda la cajita que usaba para guardar los tesoros de sus muñecos, la había encontrado tiempo atrás y ahora le encontró un propósito, se la regalara a ella, para que no se olvide de él.

Andrés tiene catorce y va a la secundaria, podría ir en bus, pero va a pie, en el camino se encuentra con una amiga, Ana, van al mismo colegio, pero en distintos cursos. Charlan de música y él dice escuchar lo mismo que ella (aunque en el fondo ambos saben que no es así), Ana sonríe y le recomienda unos grupos, Andrés no lo duda, hará todo el esfuerzo necesario para que le gusten esos temas, de ese modo tendrá nuevas excusas para hablar con ella.

Ana tiene veinte y está trabajando en un restaurante, Andrés entra de casualidad, se ven después de varios años, pero esta vez es distinto, Andrés nunca le dijo pero Ana sabe y no vuelven a separarse.

Como mantener la relación treinta años después, Andrés mira a Ana que paciente lava los platos, ella dejó de lado la pintura por él y él dejó de lado el fútbol, piensa y sonríe, mira las manos de Ana y recuerda esas manitos suaves que tomaron las suyas hace ya, tanto tiempo. Cómo sorprenderla, cómo enamorarla otra vez, piensa él, cómo evitar el tedio de la rutina, sabiendo que se conocen hace ya, tanto tiempo. Ella lo mira y sin que él diga nada le dice "sólo te pido que me escuches".

Ana tiene ochenta años, hace dos que murió Andrés, ella está triste, pero algo muy adentro le dice que no se encuentra sola.

Andrés la mira y enamorado como siempre, la espera.

Fin, tal vez...

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1 comentario:

Viviana Lizana Urbina dijo...

Es una belleza, la ternura con la que lo narras hizo que la emoción se apoderara de mí. Un amor así es de los que se deben inmortalizar y tú lo has hecho de una magnifica forma.
Qué gusto me ha dado leer Mirson
Gracias por compartirlo.