Cuando era joven solíamos subir la montaña en busca de aventuras y nuevos caminos, por lo general, nuestras travesías eran un ritual de a dos, mi hermano y yo, sin embargo, no faltaba el buen amigo que se animaba y nos acompañaba.
Un día Nico fue con nosotros, se nos ocurrió subir el cerro Ventana, si bien, no es el cerro más elevado ni el más difícil de escalar puede volverse toda una travesía cuando no se sigue el camino correcto y se toman los atajos más largos posibles.
Mi hermano iba al frente, Nico y yo lo seguíamos, habíamos partido tarde, como a las diez de la mañana, el sol parecía indicar buen clima. De pronto a mitad de camino Fede (mi hermano), se detiene me mira, mira a Nico y pregunta “¿alguno se acordó de la carpa?”, nosotros nos miramos y supongo que pensamos que él era el responsable de esas cosas yo llevaba las cartas y Nico el mate, Fede se dio vuelta y continuó camino, “cuando estas a la mitad, lo mejor es continuar” dijo.
Llegamos al cerro como a la una de la tarde, desde abajo se veía enorme, comenzamos a subirlo siguiendo un camino marcado, sin embargo, gracias a la sabiduría de mi hermano tomamos un atajo y en vez de seguir la senda nos dirigimos cuesta arriba en línea recta hacia lo más pedregoso del cerro. Nos tuvimos que detener a razón de diez pasos, nuestros pies se hundían en el polvo y se llenaban de piedrecillas nuestras zapatillas (que por otro lado no eran las indicadas para subir una montaña); Terminamos de subir como a las siete de la tarde, una vez arriba, todo el cansancio pasó, la serenidad se apodero de nosotros y por un momento ninguno dijo palabra, simplemente, contemplamos lo magnifico, el paisaje desde las alturas.
Mi amigo y yo, decidimos ir a buscar leña para el fuego, mientras, Fede intentaba fabricar una rustica carpa para pasar la noche. Conseguir leña no fue difícil en el lugar había mucha madera seca, árboles quemados, seguramente por la ultima sequía. Aprovechamos a recorrer las laderas mientras fumábamos un cigarrillo.
El sol se escondió temprano, tomamos mate, comimos carne asada, contamos chistes y después nos quedamos panza arriba mirando las estrellas. Fede empezó a bromear sobre que algo no andaba bien con algunas de las luces que se veían en el cielo y en efecto había algunas que se movían por voluntad propia, a lo cual, Nico dijo, que seguramente se trataba de satélites rusos.
El fuego duro poco, porque era poca la leña que habíamos juntado, nos metimos en la carpa (era la frazada de Nico) que estaba sostenida entre dos pequeños árboles, mi frazada estaba en el piso y la bolsa de dormir de Fede nos tapaba.
De pronto a medianoche un fuerte resplandor acompañado de un crujido en la tierra nos despertó, era como, si por unos segundos hubiera sido de día, después se levantó un fuerte viento que hizo volar cerró abajo la frazada de Nico y así, de la nada, comenzó a nevar, Fede nos gritó “agarren las cosas que nos vamos a refugiar”, la oscuridad y la densidad de la nieve no nos permitían ver más allá de dos metros, yo seguí a mi hermano y cerca de una roca encontramos un pequeño recoveco, “acá entramos todos” dijo y entonces, otro golpe de luz nos encegueció; Cuando abrí los ojos vi a Fede que me miraba de frente con cara de pánico, me pregunto ” ¿y Nico?”, Nico no estaba, empezamos a gritar pero no contestaba, quise salir a buscarlo pero Fede me detuvo, me dijo que era en vano, que, si no nos escuchaba era porque no estaba cerca. Otro relámpago de luz y de pronto quede solo, Fede y Nico no estaban, grite, pero no contestaron…
Pasó un rato, Nico tocó mi espalda y me dijo “pensé que te había perdido”, entonces, del medio de la oscuridad apareció Fede retándonos a ambos por habernos apartado de él. Cuando nos encontramos los tres dejó de nevar, el viento se calmó, las estrellas desaparecieron y la oscuridad fue total.
Entramos en el recoveco que habíamos encontrado, entrábamos los tres, pero nuestras piernas quedaban fuera, así sin poder dormir, pasamos el resto de la noche en silencio.
Mi hermano asegura que los desaparecidos fuimos nosotros y según Fede él nunca se movió y no nos escuchó gritar.
Al amanecer, apenas se asomaba el sol, vimos a cinco metros una enorme cueva, que, sin duda, nos hubiese hecho pasar una mejor noche, nuestro ánimo había cambiado, tomamos nuestras cosas y regresamos a nuestras casas.
No estábamos preparados para la nieve y la nieve con el polvo se hizo barro. Llegamos antes de lo esperado a nuestras casas y completamente sucios.
No hablamos del tema hasta mucho tiempo después, todos sabemos que algo extraño pasó aquella noche, no sabemos ¿qué?, sin embargo, los tres coincidimos en la misma historia final, la cual, sucedió después de volver:
Cuando me bañe mire mí estómago y a la altura del apéndice había aparecido una cicatriz redonda del tamaño de una pelotita de ping pong, Fede y Nico también la tienen, pero ninguno de los tres recuerda ¿cómo o en qué momento apareció?…
Fin. Tal vez...
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